El apóstol Pablo lamentó que algunos estuvieran distorsionando el
evangelio de Cristo (Gal. 1:6-10). Tal cosa continúa sucediendo hoy en día. Algunos hermanos en Corinto negaban la resurrección general. Sin
embargo, si la resurrección es una mentira, los hechos básicos del evangelio, es
decir, aquellos eventos históricos respecto a Cristo, que murió, fue sepultado,
resucitó y apareció (1 Cor. 15:1-11), serían falsos. ¿Cómo nos deja este
evangelio distorsionado? “y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún
estáis en vuestros pecados” (1 Cor. 15:17). Algunos hermanos en Asia negaron que Cristo vino en carne, en otras
palabras, negaron que la deidad tomó forma humana (cf. 1 Jn. 4:2,3; 2 Jn. 7).
Sin embargo, si Dios no tomó forma humana (Mat. 1:23), Jesús no era quien afirmó ser (Jn. 5:17-24). ¿Cómo
nos deja este evangelio distorsionado? “Cualquiera que se extravía, y no
persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios...” (2 Jn. 9). “Por eso
os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en
vuestros pecados moriréis” (Jn. 8:24). Algunos hermanos de Galacia afirmaron que la salvación en Cristo
requería la circuncisión y el guardar la ley de Moisés. Sin embargo, si es
necesario guardar la ley para ser salvos, “...entonces por demás murió Cristo”
(Gal. 2:21). ¿Cómo nos deja este evangelio distorsionado? “De Cristo os
desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído”
(Gal. 5:4). Distorsionar el evangelio, negando sus hechos, alterando la identidad de
Jesús, o incluso, alterando sus requisitos, es desastroso. He ahí la razón por
la cual Pablo pronunció una maldición sobre cualquiera que lo hiciera (Gal.
1:8,9).