Hazme saber mi fin

 


“Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy. He aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive” (Sal. 39:4,5).


Por Josué I. Hernández

 
Las circunstancias de nuestra vida pueden cambiar drásticamente, de la noche a la mañana. Tengo algo de experiencia en esto, ¿usted no? La enfermedad, el dolor y la muerte nos asaltan sin aviso, así como asaltan a nuestra familia, y amigos, y al resto de los mortales. 
 
David expresó su anhelo por un mayor entendimiento respecto al alcance de sus días. Al igual que nosotros David no sabía cuándo moriría, sin embargo, David rogó a Dios comprender la envergadura de su limitación física y así protegerse del pecado mientras vivía en esperanza (Sal. 39:1,2,3,7,8).
 
Debemos anhelar la misma comprensión para vivir responsablemente. Como David debemos hacer una pausa y reflexionar sobre la incertidumbre y la brevedad de nuestra vida (cf. Sal. 90:12). Sencillamente, somos frágiles, y nuestra vida es fugaz (cf. Sant, 1:14). No importa cuán fuertes ahora seamos, un día nuestro cuerpo nos fallará y moriremos. Por lo tanto, debemos acumular tesoros celestiales (cf. Mat. 6:19-21; 2 Cor. 4:17-5:1; 1 Tim. 6:19).
 
Dios es el dador de la vida (cf. Hech. 17:25). Es decir, la vida es un regalo que debe ser apreciado, no desperdiciado. Por lo tanto, debemos cumplir un propósito básico, buscar a Dios (Hech. 17:27), y temerle y guardar sus mandamientos (cf. Ecles. 12:13).
 
Por lo tanto, mientras nos ocupamos de nuestras responsabilidades y actividades, recordemos que el afán por atesorar riquezas es vano (Sal. 39:6), y que necesitamos de la guía de Dios para un día ser recibidos por él "en gloria" (Sal. 73:24; cf. Rom. 2:7).