En los días de Noé “comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la
faz de la tierra” (Gen. 6:1), “Y vio Jehová que la maldad de los hombres
era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de
ellos era de continuo solamente el mal” (Gen. 6:5). Entonces, Dios se
arrepintió de haber hecho al hombre y le dolió en su corazón, y dijo: “Raeré
de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado” (Gen. 6:6,7). “Pero
Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” (Gen. 6:8). La historia la
conocemos. Pocos fueron salvos. El apóstol Pedro escribió, “unos pocos, es
decir, ocho personas, fueron salvadas por medio del agua” (1 Ped. 3:20,
LBLA). Dios ordenó a Moisés que hiciera un censo de los israelitas luego de sacarlos
de la esclavitud en Egipto (Num. 1). “De veinte años arriba, todos los que
pueden salir a la guerra en Israel” (Num. 1:3) fueron censados. En total
fueron contados “seiscientos tres mil quinientos cincuenta” (Num. 1:46).
Este total no incluía a los levitas (Num. 1:47). Luego, cuando llegó el momento
de conquistar Canaán, los israelitas se resistieron (cf. Heb. 3:18,19) al apoyar
el argumento de la mayoría de los espías que decían que los cananeos eran
demasiado fuertes (Num. 13:31-33). Solo dos de los espías, Josué y Caleb,
argumentaron que Dios les daría la victoria (Num. 14:4-9). Sin embargo, la
congregación de los hijos de Israel rechazó las palabras de Josué y Caleb (Num.
14:10). Entonces, Dios anunció su veredicto, “En este desierto caerán vuestros
cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte
años arriba, los cuales han murmurado contra mí” (Num. 14:29). La Biblia
nos informa que de los 603.550 censados, solo dos entraron en Canaán, Josué y
Caleb (Num 14:38; Jos. 14:6). Sólo unos pocos. Jesucristo, a través del apóstol Juan, escribió a la iglesia en Sardis.
¿Qué tan grande sería aquella congregación? No lo sabemos. Sin embargo, sabemos
que estaban muertos a pesar de su reputación de vitalidad, y el Señor les
amonestó diciendo, “Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y
guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no
sabrás a qué hora vendré sobre ti” (Apoc. 3:3). Luego, el Señor agregó, “Pero
tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y
andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” (Apoc. 3:4). Pocos serán salvos dijo el Señor (Mat. 7:13,14). Si bien en el Apocalipsis
leemos de una gran multitud de salvos (Apoc. 7:9-17), siempre son pocos en
relación con la mayoría. Es decir, la noción general de que la mayoría será salva
es radicalmente errónea. El punto, por supuesto, no es cuántos serán salvos. El punto es si yo
estoy entre los salvos, si formo parte de ese grupo. En cierta ocasión alguien
le preguntó a Jesús “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”, y él
respondió, “Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que
muchos procurarán entrar, y no podrán” (Luc. 13:23,24).