“Todo tiene su
tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de
nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y
tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo
de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo
de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de
guerra, y tiempo de paz” (Ecles. 3:1-8).
Por Josué I. Hernández
Este conocido pasaje es comúnmente citado.
Pero, ¿qué enseña Dios mediante Salomón aquí? ¿Quiere Dios que cumplamos
nuestras responsabilidades oportunamente? ¿Quiere Dios que entendamos que él
hará todo en su momento? Queremos entender, y el presente artículo procura
señalar el sentido de estas palabras de Salomón.
Primera opción:
Debemos ser oportunos
La primero que nos viene a la mente es que
debemos procurar hacer las cosas en su momento oportuno. Ciertamente, un principio
aclamado en toda la Biblia. Por ejemplo, en el uso de la lengua. Hablar en el
momento oportuno es vital. Hasta los niños aprenden a esperar el mejor humor de
su padre para hacerle una gran petición. Cuando un amigo está a punto de cometer
un error, advertirle de su error antes de que suceda es mucho más valioso que
esperar y decirle después que uno sabía que era una mala decisión. Las palabras
de aliento siempre son apreciadas, pero nunca más que cuando te sientes
desalentado.
En fin, a pesar de lo verdadero y valioso que
es este principio de oportunidad, nos encontramos con problemas al tratar de
convertirlo en el objetivo de nuestro texto. En primer lugar, Salomón nunca
hizo tales aplicaciones. Es más, ni siquiera las implicó. En segundo lugar, no
podemos gobernar muchas de las cosas en la lista, por ejemplo, cuando nacemos o
cuando morimos.
Segunda opción:
Debemos actuar conforme al tiempo de Dios
Otra interpretación que nos viene a la mente
es que Dios está haciendo las cosas en el momento oportuno, “Todo lo hizo
hermoso en su tiempo” (Ecles. 3:11). Por lo tanto, una mejor aplicación
sería el procurar hacer las cosas en el tiempo señalado por Dios.
Moisés, a la edad de cuarenta años, salió a
visitar a sus hermanos israelitas esclavizados, “Y al ver a uno que era
maltratado, lo defendió, e hiriendo al egipcio, vengó al oprimido. Pero él pensaba
que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas
ellos no lo habían entendido así” (Hech. 7:24,25).
¿Por qué fracasó Moisés en su primer intento
de liberación? La razón es evidente. Moisés se adelantó cuarenta años en el
calendario de actividades de Dios. Sin embargo, cuando llegó el momento
adecuado, Moisés tuvo éxito.
Una vez más, sin embargo, nos encontramos con
problemas. Simplemente, no podemos discernir ni controlar el tiempo de muchas de
las cosas en la lista de Salomón. Por ejemplo, una dolencia podría ser un
aguijón en la carne que nos equipa a un mejor servicio, a la vez que podría ser
un enlace con la muerte. Es más, podría ser la consecuencia del pecado. Pero,
¿cómo saber actuar apropiadamente en cada caso? ¿Cómo saber todo esto conforme
al tiempo de Dios?
Sabemos que Dios está obrando conforme a un
plan eterno (cf. Ecles. 3:11; Ef. 3:11). Pero, no todo lo que sucede en el día
a día tenía que suceder conforme a la predestinación calvinista, e incluso, fatalista,
como si cada detalle que sucede está predeterminado por Dios. Dicho de otro
modo, muchas determinaciones del Señor son condicionales. Muchas cosas que
hacemos son permitidas por él, pero no son aceptadas por él. Es decir, Dios
permite en su voluntad muchas cosas aunque estas no sean las mejores, aunque
podrían ser lícitas.
Sabemos que estamos viviendo en la era final,
los últimos, o postreros, días (cf. Heb. 1:2); pero, es imposible saber qué
planes específicos tiene Dios para cada individuo o nación, y cuál es el marco
de tiempo para cada cosa.
Tercera opción: Dios tiene
el control
Creemos que este es el punto de Salomón: Dios
tiene el control. En su libro, Salomón comenzó diciendo, “Vanidad de
vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad”
(Ecles. 1:2). El control de Dios es uno de los principios en el libro que explica
por qué tantos esfuerzos humanos resultan vanos. Si el hombre está esforzándose
por construir cuando Dios dice que hay que derribar, o si el hombre planta
cuando es hora de desarraigar, el hombre quedará frustrado.
¿Qué significa todo esto en términos prácticos?
¿Adoptaremos un enfoque fatalista de la vida, y dejaremos las riendas de la
responsabilidad personal y ya no intentaremos nada? Salomón recomienda algo
totalmente diferente.
“Yo he conocido que no hay para ellos cosa
mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que
todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. He entendido que todo
lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se
disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres” (Ecles. 3:12-14).
El control de Dios significa simplemente que
debo aferrarme a su palabra y ocuparme en vivir como ella lo indica. Debo temer
a Dios, dar lo mejor de mí, disfrutar mi trabajo, y más allá de eso, confiar en
Dios y dejar el resto a él. Esto me permite estar contento en cualquier
momento, en cualquier circunstancia, sabiendo que un Padre amoroso siempre hará
lo mejor y suplirá cada necesidad de sus hijos.
“El fin de todo el
discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es
el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda
cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Ecles. 12:13,14).