Por Josué I. Hernández
Cuando algunos críticos condenaron a los discípulos por recoger espigas
y comer en sábado, Jesús respondió, “¿No habéis leído lo que hizo David,
cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de
Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él
ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes?” (Mat. 12:3,4).
Luego, Jesús agregó, “¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de
reposo[c] los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin
culpa?” (Mat. 12:5).
Cuando los fariseos preguntaron si es lícito que un hombre se divorcie,
es decir, se separe de su mujer, o repudie a su mujer, por cualquier causa,
Jesús les respondió, “¿No habéis leído que el que los hizo al principio,
varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se
unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos,
sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”
(Mat. 19:4-6).
Cuando los principales sacerdotes y los escribas se indignaron porque
niños alababan al Señor, Jesús les respondió, “Sí; ¿nunca leísteis: De la
boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?” (Mat.
21:16).
Finalizando la parábola de los inquilinos malvados, “Jesús les dijo:
¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, ha
venido a ser cabeza del ángulo. el Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a
nuestros ojos? Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de
vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. Y el que cayere
sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará” (Mat.
21:42-44).
Cuando los saduceos se acercaron a Jesús con un caso hipotético que
pensaban que eliminaba la posibilidad de la resurrección de entre los muertos,
Jesús respondió, “¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando
dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no
es Dios de muertos, sino de vivos” (Mat. 22:31,32).
Jesús comenzó su ministerio y terminó su ministerio diciendo “escrito
está” (Mat. 4:4,7,10; Luc. 24:46). Jesús enfatizó la inspiración, la inerrancia
y la autoridad de las sagradas Escrituras, indicando que se pueden entender, y
que son prácticas, y que por eso debemos estudiarlas y meditar en ellas.
¿Es tu actitud hacia las sagradas Escrituras como la de Jesús?