¿Qué sucede en el bautismo?

  


“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Por tanto, hemos sido sepultados con El por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida” (Rom. 6:3,4, LBLA).


Por Josué I. Hernández

 
Este pasaje explica el sujeto, la acción, el propósito y el resultado del bautismo. Nos referimos al bautismo de “La gran comisión” (cf. Mat. 28:19; Mar. 16:16), aquel “un bautismo” que reúne a los creyentes como pueblo de Dios (Ef. 4:5).
 
El sujeto del bautismo es el pecador perdido en delitos y pecados, aquel que no está “en Cristo” (Rom. 6:3), es decir, aquel sujeto que no ha recibido los privilegios, bendiciones, honores y beneficios al ser sepultado juntamente con Cristo para así resucitar a una vida nueva (Rom. 6:4). Según enseña el apóstol Pablo, un hombre inspirado, la vida nueva es recibida después del bautismo, no antes.
 
Sepultamos a los muertos, no a los vivos, ¿verdad? El bautismo, que es una sepultura, no es para los vivos, es decir, los salvos, sino para los muertos en pecado, es decir, los perdidos. El bautismo tipifica, o simboliza, la sepultura y resurrección de Cristo. Por lo tanto, es una inmersión, tal como la palabra “bautismo” (“inmersión”) lo indica (cf. Rom. 6:4; Hech. 8:38; Col. 2:12).
 
Sin el bautismo “en Cristo” (Rom. 6:3) uno no está revestido de Cristo (Gal. 3:27) ni llega a ser una nueva criatura (2 Cor. 5:17).
 
El pecador necesita participar de la semejanza de la muerte y sepultura de Cristo en el bautismo (Rom. 6:5) para alcanzar el contacto con la sangre salvadora de Jesucristo (cf. Ef. 1:7; Hech. 22:16; Apoc. 1:5). Ninguno llega a morir al pecado sin ser sepultado juntamente con Cristo “para muerte por el bautismo” (Rom. 6:4).
 
El poder de Dios resucita al pecador a una vida nueva (Col. 2:12; 3:1) cuando el pecador participa de la “semejanza” de la muerte y resurrección de Cristo en el bautismo (Rom. 6:5). Esto no sucede antes del bautismo. En el bautismo hay un nuevo nacimiento, una resurrección de la muerte en pecado a la vida en Cristo (cf. Jn. 3:5; Tito 3:5).
 
Cristo ordenó el bautismo en agua (Mar. 16:16). Lo mismo hicieron sus apóstoles (Hech. 2:38; 10:47,48). Cristo salva a los pecadores que le obedecen al ser bautizados en él (Hech. 8:12; 1 Ped. 3:21; Heb. 5:9).
 
La gracia salvadora es conferida por Dios al obediente. El bautismo no es una ceremonia de la iglesia, ni un sacramento que deba ser administrado por oficiales especiales como si fueran parte del plan de salvación.
 

“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:16).