¿Una iglesia a tu manera?

 


Por Josué I. Hernández

 
A medida que nuestra sociedad se está volviendo cada vez más secular, nuevas iglesias surgen con regularidad. Con frecuencia, estas nuevas empresas religiosas presentan un nuevo enfoque o énfasis. No nos cansamos de sorprendernos del ingenio innovador de algunos. Y podemos encontrar iglesias que están ampliando los servicios que ofrecen a la sociedad, reconfigurando sus reuniones, con el único objetivo de ampliar su atractivo. Es más, algunos realizan encuestas de opinión para averiguar cómo captar a un público mayor con un plan de acción para acomodarlos a la empresa religiosa.
 
Todos estos cambios se basan en la premisa de que somos libres para idear la doctrina, la organización, el culto, y las actividades que deba realizar la iglesia, adaptando a nuestros gustos todo lo anterior. Dicho de otro modo, hacer “una iglesia a nuestra manera”. Pero, detengámonos aquí un momento. ¿De dónde sacamos la idea de que podemos hacernos de una iglesia a nuestra manera? ¿Leemos tal cosa en la Biblia?
 
Énfasis en la semejanza
 
El Nuevo Testamento enfatiza la semejanza en las iglesias del Señor. Todas tenían la misma organización, es decir, “ancianos en cada iglesia” (Hech. 14:23; Tito 1:5). Tenían el mismo plan de recaudación de fondos, el primer día de la semana cada miembro entregaba en ofrenda según había prosperado (1 Cor. 16:1,2). La misma doctrina era enseñada en todas partes y en todas las iglesias, es decir, había un patrón al cual todas las iglesias se ajustaban (cf. 1 Cor. 4:17; 7:17; 14:33). Lo cual no debe asombrarnos si entendemos que hay una sola fe revelada (cf. Ef. 4:5; Jud. 3). Y en cuanto a la adoración, sólo una manera era la aceptable, a saber, en espíritu y en verdad (Jn. 4:24), ordenada y decentemente (1 Cor. 14:33,40). En fin, ningún cristiano adoró como mejor le pareciera. Todos adoraban como Dios manda, no como elegían o preferían.
 
Innovaciones condenadas
 
Cada vez que las iglesias del Nuevo Testamento se apartaban del plan de Dios, eran condenadas por hacerlo. Jesús denunció a las iglesias de Pérgamo y Tiatira, y no ahorró palabras para condenarlas por su compromiso con el error (Apoc. 2:14,15; 2:20-23). Así mismo, las iglesias de Galacia fueron reprendidas por cambiar los requisitos del evangelio (Gal. 1:6-9; 5:4), y la iglesia en Corinto fue severamente censurada por sus divisiones (1 Cor. 1:10; 3:4) y desorden (1 Cor. 14:26-40).
 
Instrucciones universales
 
Las instrucciones que los apóstoles dieron a estas iglesias no eran exclusivas de una situación local. Dicho de otro modo, la doctrina no era maleable o voluble, ni regional o circunstancial. La doctrina revelada no estaba sujeta a evolución. Pablo dijo a los colosenses, “Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros” (Col. 4:16). Y le dijo a los corintios, “haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia” (1 Cor. 16:1). Es más, cuando Pablo escribió a los corintios dijo, “a la iglesia de Dios que está en Corinto… con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Cor. 1:2). 
 
El Nuevo Testamento es un modelo de sanas palabras que Dios espera que sigamos (2 Tim. 1:13). No hay razón para pensar en “una iglesia a mi manera”, o en “servir a Dios a mi manera”, etc.