A medida que nuestra sociedad se está
volviendo cada vez más secular, nuevas iglesias surgen con regularidad. Con frecuencia,
estas nuevas empresas religiosas presentan un nuevo enfoque o énfasis. No nos
cansamos de sorprendernos del ingenio innovador de algunos. Y podemos encontrar
iglesias que están ampliando los servicios que ofrecen a la sociedad,
reconfigurando sus reuniones, con el único objetivo de ampliar su atractivo. Es
más, algunos realizan encuestas de opinión para averiguar cómo captar a un
público mayor con un plan de acción para acomodarlos a la empresa religiosa. Todos estos cambios se basan en la premisa de
que somos libres para idear la doctrina, la organización, el culto, y las
actividades que deba realizar la iglesia, adaptando a nuestros gustos todo lo
anterior. Dicho de otro modo, hacer “una iglesia a nuestra manera”. Pero, detengámonos
aquí un momento. ¿De dónde sacamos la idea de que podemos hacernos de una
iglesia a nuestra manera? ¿Leemos tal cosa en la Biblia?
Énfasis en la semejanza
El Nuevo Testamento enfatiza la semejanza en
las iglesias del Señor. Todas tenían la misma organización, es decir, “ancianos
en cada iglesia” (Hech. 14:23; Tito 1:5). Tenían el mismo plan de recaudación
de fondos, el primer día de la semana cada miembro entregaba en ofrenda según
había prosperado (1 Cor. 16:1,2). La misma doctrina era enseñada en todas partes
y en todas las iglesias, es decir, había un patrón al cual todas las iglesias se
ajustaban (cf. 1 Cor. 4:17; 7:17; 14:33). Lo cual no debe asombrarnos si
entendemos que hay una sola fe revelada (cf. Ef. 4:5; Jud. 3). Y en cuanto a la
adoración, sólo una manera era la aceptable, a saber, en espíritu y en verdad
(Jn. 4:24), ordenada y decentemente (1 Cor. 14:33,40). En fin, ningún cristiano
adoró como mejor le pareciera. Todos adoraban como Dios manda, no como elegían
o preferían.
Innovaciones
condenadas
Cada vez que las iglesias del Nuevo
Testamento se apartaban del plan de Dios, eran condenadas por hacerlo. Jesús
denunció a las iglesias de Pérgamo y Tiatira, y no ahorró palabras para
condenarlas por su compromiso con el error (Apoc. 2:14,15; 2:20-23). Así mismo,
las iglesias de Galacia fueron reprendidas por cambiar los requisitos del
evangelio (Gal. 1:6-9; 5:4), y la iglesia en Corinto fue severamente censurada
por sus divisiones (1 Cor. 1:10; 3:4) y desorden (1 Cor. 14:26-40).
Instrucciones universales
Las instrucciones que los apóstoles dieron a
estas iglesias no eran exclusivas de una situación local. Dicho de otro modo,
la doctrina no era maleable o voluble, ni regional o circunstancial. La
doctrina revelada no estaba sujeta a evolución. Pablo dijo a los colosenses, “Cuando
esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la
iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros”
(Col. 4:16). Y le dijo a los corintios, “haced vosotros también de la manera
que ordené en las iglesias de Galacia” (1 Cor. 16:1). Es más, cuando Pablo
escribió a los corintios dijo, “a la iglesia de Dios que está en Corinto… con
todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
Señor de ellos y nuestro” (1 Cor. 1:2). El Nuevo Testamento es un modelo de sanas
palabras que Dios espera que sigamos (2 Tim. 1:13). No hay razón para pensar en
“una iglesia a mi manera”, o en “servir a Dios a mi manera”, etc.