Por alguna extraña razón, esta pregunta no
suele expresarse abiertamente, y cuando se discute sobre el tema, dos cosas
básicas se presentan: El lugar donde se reúna la iglesia, y los horarios en que
lo haga. Algunos cuestionan a otras congregaciones que
se reúnen en horario diferente, otros cuestionan el que se discuta si el
acuerdo de años deba ser modificado. Pero, la duda está ahí. Si fuera tan
evidente la solución, no habría confusión ni cuestionamientos. Sabemos que la iglesia local es un grupo de cristianos
que tienen como característica básica el reunirse en un solo lugar (1 Cor.
14:23). Por ejemplo, la iglesia en Jerusalén se reunía cada día en el templo
(Hech. 2:46), mientras la que iglesia en Troas se reunía en un aposento alto
(Hech. 20:8), específicamente, en un tercer piso (Hech. 20:9), y el primer día
de la semana (Hech. 20:7). Además de lo anterior, sabemos que es pecado
el dejar de congregarse, porque la Biblia dice: “no dejando de congregarnos,
como algunos tienen por costumbre” (Heb. 10:25). “Nuestra reunión con
Cristo en el día final depende mucho de nuestras reuniones públicas como
iglesias locales ahora. La una cosa es preparatoria para la otra. Este acto de
reunirse en asamblea se aplica a todas las reuniones de la iglesia local
(siendo esto posible) y ¡no solamente a una sola en particular!” (Notas sobre
Hebreos, Bill H. Reeves). Entonces, sabiendo que las reuniones de la
iglesia permiten que todos los miembros de la congregación adoren y sean
edificados (ej. Hech. 2:42,46; 20:7; 1 Cor. 14:23-40; Ef. 4:12-16; 5:19; Col.
3:16; Heb. 10:24,25), ¿qué cantidad de reuniones es necesaria? Aprendemos de la Biblia que la autonomía de
la iglesia la capacita para decidir dónde reunirse, y qué tan a menudo hacerlo.
Así también aprendemos de las sagradas Escrituras que es necesario que los
varones ejerzan el liderazgo, tomando decisiones por la iglesia mientras no hay
ancianos, debido a la sujeción de la mujer (1 Cor. 11:3; 1 Tim. 2:12). Sin
embargo, la decisión que tome el liderazgo local debe tomar en cuenta todo
el plan de Cristo para los miembros de la congregación en los diversos
roles que cada uno de ellos cumple como sal de la tierra y luz del mundo (Mat.
5:13-16). La vida en Cristo no está restringida a las reuniones de la iglesia. Piense en lo siguiente. El plan de Cristo demanda
fidelidad matrimonial, familiar y laboral (Col. 3:18-25) en un andar
transformado (Col. 3:5-14). Entonces, la decisión que el liderazgo local tome
debe facilitar el obedecer al Señor en “todo” (Col. 3:17), mientras que
la administración del tiempo por cada cristiano cumplirá el congregarse
fielmente (Ef. 5:15,16; Heb. 10:25). Pero, no sería sabio, ni bueno, el que una
iglesia entorpezca la total obediencia a Cristo por un exceso de reuniones. La vida en Cristo involucra “el hacer el
bien” (Heb. 13:16; cf. Rom. 2:7) “a todos” (Gal. 6:10) como pueblo “celoso
de buenas obras” (Tito 2:15). Esta es “La religión pura y sin mácula
delante de Dios el Padre” (Sant. 1:27) realizada por aquellos que han sido “creados
en Cristo Jesús para buenas obras” (Ef. 2:10). Obviamente, cierto número de
reuniones deben potenciar este noble fin. Como el lector informado puede contemplar, el
asunto es mucho más profundo que un cierto número de reuniones por semana. En
otras palabras, no es solo un asunto de cantidad de reuniones, sino de calidad
de reuniones que estimulen a todos los miembros “al amor y a las buenas
obras” (Heb. 10:24).