¿Cuánto debemos reunirnos?

 


Por Josué I. Hernández

 
Por alguna extraña razón, esta pregunta no suele expresarse abiertamente, y cuando se discute sobre el tema, dos cosas básicas se presentan: El lugar donde se reúna la iglesia, y los horarios en que lo haga.
 
Algunos cuestionan a otras congregaciones que se reúnen en horario diferente, otros cuestionan el que se discuta si el acuerdo de años deba ser modificado. Pero, la duda está ahí. Si fuera tan evidente la solución, no habría confusión ni cuestionamientos.
 
Sabemos que la iglesia local es un grupo de cristianos que tienen como característica básica el reunirse en un solo lugar (1 Cor. 14:23). Por ejemplo, la iglesia en Jerusalén se reunía cada día en el templo (Hech. 2:46), mientras la que iglesia en Troas se reunía en un aposento alto (Hech. 20:8), específicamente, en un tercer piso (Hech. 20:9), y el primer día de la semana (Hech. 20:7).
 
Además de lo anterior, sabemos que es pecado el dejar de congregarse, porque la Biblia dice: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre” (Heb. 10:25). “Nuestra reunión con Cristo en el día final depende mucho de nuestras reuniones públicas como iglesias locales ahora. La una cosa es preparatoria para la otra. Este acto de reunirse en asamblea se aplica a todas las reuniones de la iglesia local (siendo esto posible) y ¡no solamente a una sola en particular!” (Notas sobre Hebreos, Bill H. Reeves).  
 
Entonces, sabiendo que las reuniones de la iglesia permiten que todos los miembros de la congregación adoren y sean edificados (ej. Hech. 2:42,46; 20:7; 1 Cor. 14:23-40; Ef. 4:12-16; 5:19; Col. 3:16; Heb. 10:24,25), ¿qué cantidad de reuniones es necesaria?
 
Aprendemos de la Biblia que la autonomía de la iglesia la capacita para decidir dónde reunirse, y qué tan a menudo hacerlo. Así también aprendemos de las sagradas Escrituras que es necesario que los varones ejerzan el liderazgo, tomando decisiones por la iglesia mientras no hay ancianos, debido a la sujeción de la mujer (1 Cor. 11:3; 1 Tim. 2:12). Sin embargo, la decisión que tome el liderazgo local debe tomar en cuenta todo el plan de Cristo para los miembros de la congregación en los diversos roles que cada uno de ellos cumple como sal de la tierra y luz del mundo (Mat. 5:13-16). La vida en Cristo no está restringida a las reuniones de la iglesia.
 
Piense en lo siguiente. El plan de Cristo demanda fidelidad matrimonial, familiar y laboral (Col. 3:18-25) en un andar transformado (Col. 3:5-14). Entonces, la decisión que el liderazgo local tome debe facilitar el obedecer al Señor en “todo” (Col. 3:17), mientras que la administración del tiempo por cada cristiano cumplirá el congregarse fielmente (Ef. 5:15,16; Heb. 10:25). Pero, no sería sabio, ni bueno, el que una iglesia entorpezca la total obediencia a Cristo por un exceso de reuniones.
 
La vida en Cristo involucra “el hacer el bien” (Heb. 13:16; cf. Rom. 2:7) “a todos” (Gal. 6:10) como pueblo “celoso de buenas obras” (Tito 2:15). Esta es “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre” (Sant. 1:27) realizada por aquellos que han sido “creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Ef. 2:10). Obviamente, cierto número de reuniones deben potenciar este noble fin.
 
Como el lector informado puede contemplar, el asunto es mucho más profundo que un cierto número de reuniones por semana. En otras palabras, no es solo un asunto de cantidad de reuniones, sino de calidad de reuniones que estimulen a todos los miembros “al amor y a las buenas obras” (Heb. 10:24).