Los premilenaristas nos dicen que el reino de
la profecía del Antiguo Testamento aún es futuro. Ellos afirman que Jesús vino
a reinar como el Mesías, pero que al ser rechazado estableció la iglesia como
un sustituto de última hora. A esto suelen llamarlo un paréntesis, el cual
continuará hasta que Jesús vuelva y establezca su reino. Dicho de otro modo,
según el premilenarista el reino fue pospuesto. Sin embargo, la Biblia no
enseña tal cosa. Es más, el premilenarismo contradice la palabra de Dios en al
menos cuatro formas.
Las profecías con un
elemento de tiempo no se pueden posponer
Déjeme usar una ilustración aquí. Si un
comentarista de futbol predice que cierto equipo de futbol ganará el campeonato
mundial, pero no se dice cuándo, siempre que ganen la predicción se cumplirá,
aún cuando haya muchos intentos fallidos en el proceso. No obstante, si el
mismo comentarista especifica cuál será el equipo triunfante y cuál será el año
en que ganará, y quiénes serán los que anotarán los goles, y cuáles serán las
circunstancias específicas para que todo esto suceda, el asunto es diferente
debido a la especificidad. Ahora bien, si el equipo señalado no gana el
campeonato en el año indicado, sino que ganan mucho tiempo después y en
circunstancias diferentes, no puede decirse que la predicción se pospuso. En
semejante caso, la predicción no se cumplió. Por supuesto, la profecía bíblica no es una
simple predicción. Cuando Daniel puso un elemento de tiempo en el
establecimiento del reino de Dios, indicando a los reyes del imperio romano
(Dan. 2:44), eso especificó el contexto específico de tiempo en el cual el
reino sería establecido. Este detalle elimina cualquier otro tiempo como
posible, antes o después, porque se especificó el tiempo en que el reino del
Mesías será establecido. Si alguno se atreve a decir que Daniel falló en su
profecía tendrá que señalarlo también como falso profeta (cf. Deut. 18:22). Por
supuesto, el problema no lo tiene Daniel, el profeta de Dios. El problema lo
tiene el premilenarista. En otras palabras, el falso maestro no es Daniel.
La iglesia es parte
del plan eterno de Dios
La iglesia no es un sustituto de último
momento. El apóstol Pablo fue muy claro, “A mí, que soy menos que el más
pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los
gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a
todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios,
que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora
dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los
lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús
nuestro Señor” (Ef. 3:8-11).
Dios sabía de
antemano que Jesús sería rechazado
Isaías predijo elocuentemente el rechazo y la
muerte de Cristo, “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores,
experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue
menospreciado, y no lo estimamos” (Is. 53:3). El salmista se refirió a Jesús
como, “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del
ángulo” (Sal. 118:22). El rechazo que sufriría el Mesías no
demandaba que Dios pospusiera su plan. Dios no fue sorprendido ni limitado por
el hombre incrédulo y rebelde. Considere el salmo 2, un salmo que comienza
pintando un cuadro de insurrección o motín. Este salmo es citado en Hechos
4:25-28, y aprendemos que se aplica a Herodes, Pilato, los gentiles y el pueblo
de Israel del tiempo de Cristo, quienes le crucificaron. Preguntamos, ¿esto
afectó a Dios y su plan? “El que mora en los cielos se reirá; el Señor se
burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira. Pero
yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte” (Sal. 2:4-6).
El reino ya existe
Las sagradas Escrituras claramente nos
enseñan que el reino ya fue establecido, y que los cristianos del primer siglo
eran ciudadanos de él, “Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y
nos trasladó al reino de su Hijo amado” (Col. 1:13). “Yo, Juan, vuestro
hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en
Jesús” (Apoc. 1:9, LBLA). “e hizo de nosotros un reino y sacerdotes para
su Dios y Padre” (Apoc. 1:6, LBLA). Jesús fue muy claro cuando afirmó que el
reino sería establecido en la generación de quienes le oían, “También les
dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán
la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder” (Mar.
9:1). Los pasajes donde se presenta a Jesucristo
sentado en el trono como rey abundan (Apoc. 3:21; Hech. 2:34,35; 1 Cor.
15:24-26; Heb. 1:3; etc.). La palabra de Dios se cumplió. Jesús ahora es
rey de un reino de naturaleza celestial, un reino que no es de este mundo (Jn.
18:36). La pregunta es, ¿somos ciudadanos del reino de Jesucristo?