Por Josué I. Hernández
“No me trajiste a mí los animales de tus
holocaustos, ni a mí me honraste con tus sacrificios; no te hice servir con
ofrenda, ni te hice fatigar con incienso. No compraste para mí caña aromática
por dinero, ni me saciaste con la grosura de tus sacrificios, sino pusiste
sobre mí la carga de tus pecados, me fatigaste con tus maldades” (Is. 43:23,24).
“No me has traído tus corderos para holocausto, y
no me has honrado con tus sacrificios” (VM). El pueblo de Dios cometió hipocresía en sus sacrificios. No se
habían detenido totalmente de ofrecer sacrificios, pero lo que trajeron era
para su propio agrado en lugar de procurar agradar al Señor (cf. Is. 1:10-16).
Ellos no hicieron nada especial para el Señor, como
comprar “caña aromática” para hacer incienso, ni tampoco ofrecieron lo mejor de
sus rebaños. En lugar de esto, agobiaron el corazón del Señor con su rebelión y,
por lo tanto, Jehová Dios se cansó de soportar sus pecados (cf. Mal. 2:17, “Habéis
hecho cansar a Jehová con vuestras palabras”).
Esto fue recurrente en la historia del Israel del
Antiguo Testamento: "El hijo honra al padre, y el siervo a su señor.
Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi
temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis
mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis
sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que
pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal
ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el
enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de
ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos. Ahora, pues, orad por el
favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle,
si hacéis estas cosas? dice Jehová de los ejércitos. ¿Quién también hay de
vosotros que cierre las puertas o alumbre mi altar de balde? Yo no tengo
complacencia en vosotros, dice Jehová de los ejércitos, ni de vuestra mano
aceptaré ofrenda... Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! y me
despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o
enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice
Jehová" (Mal. 1:6-10,13).
Dios merece, y demanda, lo mejor de cada uno de
nosotros. Dios no merece servicio mínimo o mediocre.
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat. 6:33).
“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y
con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el
principal mandamiento” (Mar. 12:30).
“Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15).
“Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus
mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Jn. 5:3).