Enseñando por compasión


 
“Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él. Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas” (Mar. 6:33,34).


Por Josué I. Hernández

 
Mientras la multitud acudía a su encuentro, Jesús y sus apóstoles no hallaban tiempo suficiente para descansar, o incluso comer (Mar. 6:31,32). Sin embargo, en lugar de reaccionar con frustración y enojo contra la multitud que interrumpía el descanso, Jesús reaccionó con compasión al ver el estado espiritual de ellos, “como ovejas que no tenían pastor”. Entonces, la compasión del Señor se expresó en la enseñanza necesaria. Sencillamente, Jesucristo sabía que la solución al problema del hombre comienza con oír la palabra de Dios. No hay esperanza sin oír y recibir la palabra de Jesucristo (cf. Luc. 6:46; 8:15,18).
 
Aprender y obedecer la palabra verdadera del evangelio (Ef. 1:13; Col. 1:5) es la necesidad más urgente (Jn. 8:32). No obstante, las almas perdidas no lo saben. Esta es una tragedia. El hombre perdido en pecados no sabe lo que realmente necesita.
 
Jesús no se enfocó en lo que la gente quería. En cambio, él les dio lo que realmente necesitaban, la palabra de Dios, aquella palabra que alimenta el alma (Jn. 6:27-48).
 
Más que alimento físico, las almas perdidas necesitan las enseñanzas de Cristo, aquellos verdes pastos, aquellas aguas tranquilas, y aquellas sendas de justicia (cf. Sal. 23:1-3; Mat. 11:28-30). Que mostremos compasión y enseñemos a otros la palabra de Cristo. Comencemos por casa. No tenemos que ir tan lejos para hallar almas que necesitan a Jesucristo.