Si bien la Biblia nos informa de la historia,
es decir, lo que sucedió, la Biblia no es un libro de historia per se. La
Biblia registra la historia del hombre en relación con el mayor problema que el
hombre tiene, el pecado, y la solución de Dios a ese problema. A menudo sabemos
mucho de “las historias bíblicas”, pero no tenemos idea de cómo encajan en “el
panorama general”. Necesitamos comprender, lo más precisamente posible, la
panorámica del desarrollo e implementación del plan de redención de Dios en
Cristo Jesús. La historia bíblica comienza con el hombre,
la imagen y semejanza de Dios, la corona de la creación del Señor, y quien
estaba en plena comunión con él. Esa armonía plena, sin embargo, fue rota por
el pecado. Entonces, en lugar de abandonarnos, Dios comenzó a revelar su plan
de redención. Llegado el momento, Dios escogió a Abraham, y de su descendencia
hizo una nación, Israel, a través de la cual vendría la solución al pecado y su
condenación. Al principio, los israelitas fueron
esclavizados en Egipto, pero Dios los liberó a través de Moisés y les dio su
ley en el monte Sinaí. Después de cuarenta años de disciplina y aprendizaje en
el desierto, Josué los llevó a la conquista de la tierra de Canaán, la tierra
de promisión, figura del reposo celestial. Por un tiempo Israel fue gobernado por
jueces, pero cuando se sintieron insatisfechos con ese arreglo, y reclamaron
por un rey, Dios les dio un rey conforme al estándar de ellos, el rey Saúl.
Pero el rey que tanto deseaban los decepcionó, y Dios levantó a David, un
hombre conforme a su corazón, prometiendo que mientras los hijos de David
permaneciesen fieles continuarían en el trono como una dinastía firme. El
primero en aquella dinastía fue Salomón, pero después de su reinado muchos de
los reyes de desviaron del buen camino, incluso, la nación se dividió en dos,
Israel en el norte y Judá en el sur. Israel inmediatamente entró en la
idolatría, y dos siglos más tarde Dios los entregó al cautiverio asirio. Judá
tuvo serios problemas con la idolatría también, y aunque tuvo varios reyes que
fueron fieles a Dios, finalmente ellos también abandonaron al Señor y fueron
llevados cautivos a Babilonia. Unos setenta años después, los medos-persas
derrotaron a los babilonios, abriendo la puerta para que el pueblo de Dios
regresara a Canaán, Entonces, una minoría volvió mientras que una mayoría se
dispersó por el mundo. Durante 400 años la historia bíblica queda en
silencio, hasta que Juan el bautista fue levantado por Dios para anunciar la
venida del Cristo (Mesías), y preparar para él un pueblo bien dispuesto. El
Cristo tan esperado llegaba al mundo. Jesús de Nazaret es el Cristo de Dios.
Durante tres años enseñó el camino de Dios, pero fue rechazado por los líderes
de Israel y por una mayoría del pueblo entre quienes hizo tanto bien. Los
romanos lo ejecutaron por petición de los líderes de la nación. Simplemente no
entendían que la muerte de Jesús era el plan de Dios, y su maldad cumplió las
profecías. Sin embargo, al tercer día, un domingo, Jesús resucitó de entre los
muertos, y cuarenta días después ascendió al cielo para reinar como soberano
del universo. Diez días después de la ascensión de
Jesucristo, sus apóstoles comenzaron a predicar el evangelio, las buenas nuevas
de salvación en Jesús. Algunos se opusieron violentamente e instaban a otros a
lo mismo, otros fueron indiferentes, y otros reconocieron la verdad, pero no la
obedecieron. Sin embargo, algunos recibieron la palabra de Dios convirtiéndose
en discípulos de Cristo, es decir, en cristianos. Siglos después, ese mismo evangelio,
registrado en el Nuevo Testamento, produce el mismo resultado de salvación para
quienes lo creen y lo obedecen.