La Biblia dice claramente que el bautismo es para el perdón de los
pecados (Hech. 2:38), que es para lavar los pecados (Hech. 22:16) y que salva
(1 Ped. 3:21). El bautismo es la culminación de la obediencia a Cristo, una
respuesta a la gracia de Dios (Mar. 16:15,16; Luc. 24:47). Este bautismo es en
Cristo y su muerte (Rom. 6:3), la muerte que es nuestra expiación y el Cristo
que es nuestro Salvador y Señor. Algunos, procurando anular el plan de salvación de Dios tal como es
revelado en la Biblia, indican que el bautismo no es esencial para la
salvación, y para ello usan de historias hipotéticas tal como los saduceos
tenían su historia hipotética (Mat. 22:23-28). Hemos oído de casos supuestos en
los cuales el creyente arrepentido casi llegando al agua murió por un rayo, de
arrepentidos en el lecho de muerte que no lograron ser bautizados, de creyentes
arrepentidos en el desierto, etc. El argumento es que si Dios salvará a quienes
no lograron ser bautizados, el bautismo no es esencial para la salvación. En primer lugar, Dios es el juez y nosotros no podemos usurpar su trono.
Nuestras evaluaciones de cuál será el divino veredicto en circunstancias
excepcionales solo son conjeturas de nuestra mente limitada y estrecha (cf. Is.
55:8,9). Lo único que podemos saber de cómo juzgará Dios es atenernos a los que
él mismo dijo al respecto. En segundo lugar, las situaciones hipotéticas no establecen la verdad.
Volviendo al caso de los saduceos (Mat. 22:23-28), ellos pensaban que su
historia eliminaba la resurrección general. A juicio de este estudiante de la
Biblia, es prácticamente imposible que la historia que los saduceos presentaron
haya ocurrido, sin embargo, fuese cierta o no, los saduceos no cambiarían la verdad
de Dios con una historia tan sensacional. Cristo les dijo, “Erráis,
ignorando las Escrituras y el poder de Dios” (Mat. 22:29). Las sagradas
Escrituras determinan la verdad, los escenarios hipotéticos no lo pueden hacer. En tercer lugar, hacer una excepción no destruye la regla. Piénselo un
momento. Si Dios, el Señor del universo y Creador de todas las cosas, decidiera
salvar a algunas personas que, debido a circunstancias extremas no cumplieron
todas las condiciones establecidas, esto sería parte de su prerrogativa divina,
y nadie se podría quejar. Pero, la posibilidad de eso no es la base para que yo
deje de obedecer a Jesucristo. Cada uno de nosotros comparecerá ante el Señor en el día del juicio. No
queremos llegar al juicio final con historias con las cuales pretendamos justificar
la desobediencia. Jesús es el autor de salvación eterna para todos los que le
obedecen (Heb. 5:9), y él ha dicho que el bautismo es esencial para la
salvación. No hay salvación para los desobedientes (2 Tes. 1:7-9). ¿Qué elegiremos? ¿Elegiremos una historia sensacional con la cual
podemos ignorar las condiciones del perdón de Dios? ¿Elegiremos obedecer la
palabra de Dios haciendo lo que él dijo que debemos hacer? La decisión es
nuestra, y el juicio es de Dios.