Revisando objeciones a la pena capital

 


Por Josué I. Hernández

 
El gobierno ha recibido de Dios la autorización para aplicar la pena de muerte (Gen. 9:6; cf. Mat. 26:52; Hech. 25:11), Sin embargo, la moralidad de la pena de muerte suele ser cuestionada, y queremos revisar algunos argumentos opuestos a la pena de muerte en el presente artículo.
 
Personas inocentes podrían ser ejecutadas. Por lo tanto, ante la posibilidad de ejecutar a un inocente, la pena capital debe ser abolida por completo. Según este razonamiento, tendríamos que eliminar las cárceles porque una persona inocente podría ser encarcelada, y eliminar los martillos porque alguno podría martillarse un dedo.
 
Un sistema de justicia que distingue entre casos de homicidio premeditado e involuntario, como lo hacía la ley mosaica, enfoca las circunstancias atenuantes, si es que las hay, e identifica cuando debe aplicarse la pena capital. Dicho de otro modo, si hay certeza moral sobre el crimen digno de muerte, será obligatorio aplicar la justicia capital.
 
La pena capital se aplica con prejuicio racial. Puede ser cierto que en determinado lugar del mundo tal cosa ha sucedido, o esté sucediendo, pero esto no prueba que la pena capital sea inmoral. El mal uso de la ley no invalida la ley. Una persona puede hacer mal uso de un martillo, pero los martillos siempre son útiles. Entonces, la forma en que los tribunales apliquen la pena de muerte no determina la cuestión moral última.
 
La pena capital no disuade al criminal. En realidad, no hay forma de medir la disuasión que ocasione la pena capital bien aplicada en algún lugar del mundo. No obstante, aunque ninguno podría saber cuántos homicidios dejaron de cometerse y bajo cuáles circunstancias, sabemos que el homicida está inhabilitado de volver a matar cuando es ejecutado. Sencillamente, un enorme número de personas seguirían con vida si los homicidas reincidentes hubiesen sido ejecutados por su primer delito capital.
 
Rehabilitación no castigo. Es verdad que la pena capital es un castigo, así como también es verdad que los seres humanos no tienen algún derecho intrínseco y absoluto a la rehabilitación cuando perdieron su derecho a vivir quitando la vida a otro. La rehabilitación hace que la vida del asesino sea más valiosa que la vida de su víctima, por el contrario, la pena capital trata a ambas vidas como iguales.
 
Matar al prójimo, con malicia y premeditación, es un crimen contra Dios, conforme a cuya imagen somos hechos (Gen. 9:6). Al quitar la vida de su prójimo el asesino pierde su derecho a vivir.
 
La violencia engendra violencia. Muchos políticos y defensores sociales son inconsistentes, sino hipócritas. ¿Cómo alguno podría aprobar el bombardeo de Yugoslavia en la guerra de Kosovo, pero no aprobar la pena capital? Si el argumento “la violencia engendra violencia” anula la pena capital, debemos admitir que dejar con vida a criminales dignos de muerte hace del mundo un lugar mejor. ¿No es esto ridículo? ¿Qué de la violencia que sufrió la víctima y su familia? 
 
Mientras se defiende a criminales dignos de muerte, la historia del homicidio en la humanidad continúa, y la sentencia que el criminal merecía no se aplica, entonces, el efecto disuasivo de la pena capital ya no existe, “Como la sentencia contra una mala obra no se ejecuta enseguida, por eso el corazón de los hijos de los hombres está en ellos entregado enteramente a hacer el mal” (Ecles. 8:11, LBLA).
 
La pena capital es inhumana. Algunos argumentan que la pena capital es una barbarie impropia en una sociedad civilizada. Suena lindo, ¿verdad? Pero, piénselo un momento, ¿se puede decir que una sociedad es civilizada cuando en ella cientos de personas inocentes mueren cada año por homicidas que les quitaron sus vidas?
 
Dios, el autor de la vida humana, y él ha autorizado al gobierno civil para ejecutar a los criminales dignos de muerte (Rom. 13:4). El gobierno tiene la obligación moral, no solo el derecho moral, de aplicar la pena capital, si se hace de manera justa y consistente.
 
Dios dijo “no matarás”. Es posible que muchos de los que citan el sexto mandamiento de la ley mosaica no entiendan su contexto, ni sepan en que libro de la Biblia es registrado por primera vez. Lo peor de todo es que los tales citen la Biblia cuando sea conveniente a su agenda política sin creer todo lo que ella revela.
 
Una lectura honesta de la Biblia permite entender que el sexto mandamiento no es una objeción a la pena de muerte, sino una prohibición del asesinato (Ex. 20:13). En fin, usar el sexto mandamiento como una objeción a la pena capital es tergiversar las sagradas Escrituras.
 
El apóstol Pablo sabía que un malhechor cuyo crimen es digno de muerte, merece morir: “Si soy, pues, un malhechor y he hecho algo digno de muerte, no rehúso morir” (Hech. 25:11).