Una de las amenazas más grandes para la salud en el
presente siglo es la gula, la glotonería, es decir, aquel apetito desmedido por
comer, apetito que resulta en ingerir desmesuradamente, lo cual produce un
hábito morboso, y también es síntoma de un problema más profundo.
El propósito de Dios para el
cuerpo
Todos necesitamos comer, y a todos nos gusta hacerlo.
Así Dios nos diseñó: “Los alimentos son para el estómago y el estómago
para los alimentos” (1 Cor. 6:13, LBLA). Dios ha creado tanto el
estómago como los alimentos, y el hombre debe trabajar para comer (Gen. 2:15;
3:19). Sin embargo, lo que muchos están ignorando es el propósito espiritual
que Dios le ha dado al cuerpo humano. El apóstol Pablo dijo a los corintios “¿O
no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Cor.
6:19, LBLA), semejante pregunta demandaba una respuesta positiva. El propósito
del cuerpo es espiritual. Dios quiere que todo hombre use sus miembros
físicos para servir a Cristo (1 Cor. 6:15), y los cristianos han de ser ejemplo
de esto al presentar su cuerpo “en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios” (Rom. 12:1,2). Cristo dijo, “Trabajad, no por la comida
que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del
Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre” (Jn. 6:27). El
Señor enfatizó que el propósito de la vida es espiritual.
El dominio propio
La inconsecuencia evidente entre algunos santos de Dios
es la falta de dominio propio a la hora de comer, lo cual les impide servir
mejor a Cristo siendo ejemplos de dominio propio en una sociedad impía. El principio más básico del dominio propio consiste
en que el hombre tome solamente lo suficiente, lo que realmente necesite
de las cosas que tiene por delante: “¿Hallaste miel? Come lo que te
basta, no sea que hastiado de ella la vomites” (Prov. 25:16). En
esta parábola la “miel” puede significar cualquier cosa que el hombre
desee tener o desee hacer, ya sea comida u otras cosas
materiales. Luego leemos: “Comer mucha miel no es bueno, ni el
buscar la propia gloria es gloria” (Prov. 25:27). En el exceso no
hay verdadera satisfacción ni sabiduría, y el principio de la sabiduría es el
temor de Jehová (Prov. 1:7). El dominio propio es una protección sin
la cual el hombre queda sin defensa: “Como ciudad derribada y sin muro es
el hombre cuyo espíritu no tiene rienda” (Prov. 25:28). En los
tiempos antiguos los muros de una ciudad se erigían para su seguridad, por lo tanto,
el hombre que no ejerce dominio propio queda derribado y sin protección en
cuanto a su carácter: “Mejor es el lento para la ira que el poderoso, y
el que domina su espíritu que el que toma una ciudad” (Prov. 16:32,
LBLA). El dominio debe ser aplicado a toda área de la
vida, ya sea al sueño (Prov. 20:13), como a la ira (Prov. 14:17; 14:29; 29:11),
y también al apetito por comida. No necesitamos más que “el pan
necesario” para sobrevivir (Prov. 30:8).
Conclusión
Muchos no aceptan que la vida es un regalo precioso
del Todopoderoso, y actúan sin temor de Dios maltratando sus cuerpos con exceso
de comida. Nuestra sociedad está llena de glotones (cf. Tito 1:12). Que los cristianos recordemos lo que dijo Pablo a
los romanos: “Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno
muere para sí mismo; pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para
el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.
Porque para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos
como de los vivos” (Rom. 14:7-9, LBLA). Cristo es Señor. Los que reconocen esto cuidan
la salud de su cuerpo al ejercer el dominio propio (Hech. 24:25). Los
que no reconocen esto, violan el propósito divino para su cuerpo y su
vida, y sufrirán las consecuencias por su falta de temor de Dios.