Además de hacer el contraste entre el sabio y
el necio, en el libro Proverbios también hallamos la advertencia de no
enredarnos en alguna discusión con un necio, “Cuando un sabio tiene
controversia con un necio, éste se enoja o se ríe, y no hay sosiego” (Prov.
29:9, LBLA). Los sabios pueden discutir y experimentar los
beneficios de la controversia (cf. Hech. 19:8-10). Ellos pueden exponer el
razonamiento erróneo, y los que están equivocados podrían volverse al buen
camino (Hech. 18:4-8). Sin embargo, esta bendición ocurre solamente cuando
ambas partes en la controversia tienen temor de Dios (Prov. 1:7; 8:13; 16:6) y
aman la verdad (cf. Ef. 4:15; 2 Tes. 2:10). La honestidad restringe al piadoso de lanzar
ataques personales. Por el contrario, el necio se enfadará, lanzará ataques
personales, e inclusive, considerará el asunto como una broma. Ciertamente,
nada bueno se logra al discutir con un necio. El sabio comprende que cuando la
discusión se ha distorsionado y se degenera a una discusión sobre palabras, ha
llegado el momento de abandonarla. En fin, no debemos perder el tiempo en
controversias inútiles con aquellos que no están abiertos a la verdad (cf. 2
Tim. 2:14). Algunas personas son razonables y honestas, y los podemos ayudar.
Dediquémonos a buscar a esa clase de personas, sin enredarnos en discusiones de
palabras que para nada aprovechan.