Discutir con el necio

 
Por Josué I. Hernández

 
Además de hacer el contraste entre el sabio y el necio, en el libro Proverbios también hallamos la advertencia de no enredarnos en alguna discusión con un necio, “Cuando un sabio tiene controversia con un necio, éste se enoja o se ríe, y no hay sosiego” (Prov. 29:9, LBLA).
 
Los sabios pueden discutir y experimentar los beneficios de la controversia (cf. Hech. 19:8-10). Ellos pueden exponer el razonamiento erróneo, y los que están equivocados podrían volverse al buen camino (Hech. 18:4-8). Sin embargo, esta bendición ocurre solamente cuando ambas partes en la controversia tienen temor de Dios (Prov. 1:7; 8:13; 16:6) y aman la verdad (cf. Ef. 4:15; 2 Tes. 2:10).
 
La honestidad restringe al piadoso de lanzar ataques personales. Por el contrario, el necio se enfadará, lanzará ataques personales, e inclusive, considerará el asunto como una broma. Ciertamente, nada bueno se logra al discutir con un necio. El sabio comprende que cuando la discusión se ha distorsionado y se degenera a una discusión sobre palabras, ha llegado el momento de abandonarla.
 
En fin, no debemos perder el tiempo en controversias inútiles con aquellos que no están abiertos a la verdad (cf. 2 Tim. 2:14). Algunas personas son razonables y honestas, y los podemos ayudar. Dediquémonos a buscar a esa clase de personas, sin enredarnos en discusiones de palabras que para nada aprovechan.


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