Dormirse durante el sermón

 


“…manifiesta mucho sueño cuando la iglesia se reúne, y se duerme cuando se predica la palabra, ¿es pecado que el cristiano se duerma cuando se predica el sermón?”.


Por Josué I. Hernández

 
Podemos responder esta pregunta con otras preguntas, por ejemplo, ¿es pecado que el cristiano se duerma durante la cena del Señor (1 Cor. 11:23-26)? ¿Es pecado que el cristiano se duerma al momento de entonar salmos, himnos y cánticos espirituales (Ef. 5:19)? ¿Es pecado que el cristiano se duerma al momento de orar (Hech. 12:5)? ¿Es pecado que el cristiano se duerma al momento de ofrendar (1 Cor. 16:1,2)?
 
Cuando llega el momento de estudiar las sagradas Escrituras, es Dios, no el hombre, quien habla (cf. Is. 1:2; Sal. 95:8). Cornelio estaba en lo correcto cuando dijo: “todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado” (Hech. 10:33).
 
Dios quiere que “todos aprendan, y todos sean edificados” (1 Cor. 14:31), pero, el que se duerme anula el plan de Dios para su vida (cf. 1 Cor. 1:8; Fil. 1:6). La palabra de Dios tiene el poder “para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” (Hech. 20:32), pero, el que se duerme no oye la voz de Dios (cf. Neh. 8:3,5,7; Mat. 13:9).
 
Pablo dijo por el Espíritu, “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16,17). Sin embargo, la posesión de una Biblia no logra el objetivo. La única manera en que este divino propósito se logre es que estemos atentos a la exposición de la palabra de Dios (cf. Hech. 8:30-35), y que lo hagamos “de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Col. 3:23).
 
El caso de Eutico no justifica la negligencia del dormilón (Hech. 20:7-12). Lucas no dijo “Eutico solía dormirse cuando se predicaba”, tampoco dijo que “Eutico era un hermano dormilón a quien la iglesia en Troas tenía en plena comunión”.
 
La adoración a Dios ha de ser en espíritu y en verdad (Jn. 4:23,24). Pero, esto es imposible si el cuerpo de alguno yace inerte en la silla mientras se predica el sermón. La presencia física en sí misma es insuficiente. Dicho de otro modo, la persona interior debe usar los oídos del cuerpo que habita para oír la palabra implantada que puede salvar el alma (Sant. 1:19-21).
 
Es urgente que cada cual examine la manera en que oye la palabra de Dios, “Mirad, pues, cómo oís” (Luc. 8:18). Necesitamos llenarnos de la palabra de Cristo (Col. 3:16) para hacer “todo en el nombre del Señor Jesús” (Col. 3:17).