Por Josué I. Hernández
Una de las peores cosas que puede hacer el
pueblo de Dios, es dar a los enemigos de la fe ocasión para blasfemar el nombre
del Señor. La Biblia nos informa que cuando David cometió adulterio con Betsabé
motivó la blasfemia de los enemigos de Dios, “con este asunto hiciste
blasfemar a los enemigos de Jehová” (2 Sam. 12:14).
Cuando Israel fue llevado cautivo, Dios dijo,
“Y cuando llegaron a las naciones adonde fueron, profanaron mi santo nombre,
diciéndose de ellos: Estos son pueblo de Jehová, y de la tierra de él han
salido” (Ez. 36:20).
En el primer siglo, el apóstol Pablo acusó a los
judíos de hacer muchas cosas que deshonraban a Dios, “y confías en que eres
guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los
indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la
verdad. Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que
predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de
adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú
que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque
como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa
de vosotros” (Rom. 2:19-24).
El plan de Dios es que su pueblo motive a
otros a glorificarle. El apóstol Pablo escribió, “no defraudando, sino
mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios
nuestro Salvador” (Tito 2:10). El apóstol Pedro escribió, “manteniendo
buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran
de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación,
al considerar vuestras buenas obras” (1 Ped. 2:12).
Influimos en la vida de muchas personas todos
los días. ¿Nos comportamos como luz del mundo para que otros glorifiquen a Dios
(Mat. 5:16)? ¿Procedemos sin murmuraciones ni contiendas resplandeciendo como
luminares en el mundo (Fil. 2:14,15)?
No demos a los enemigos
de Dios una ocasión para blasfemar.