Por Josué I. Hernández
¿Cuál es el eterno plan de Dios
para la redención de la humanidad?
El Señor prometió hacer de Abraham “una nación grande” (v.2), dar a sus descendientes la tierra de Canaán (v.7), y bendecir a través de él a “todas las familias de la tierra” (v.3).
Cuando los descendientes de Abraham, es decir, Israel, estaban en Egipto, Dios cumplió la primera parte de la promesa al convertirlos en “una nación grande, poderosa y numerosa” (Deut. 26:5).
Bajo el liderazgo de Josué, Israel recibió en plenitud la tierra de promisión (Jos. 21:43-45), pero la promesa espiritual permaneció incumplida.
Conclusión
Los romanos sirvieron al desarrollar un sentido de unidad de la humanidad bajo un sistema de ley universal y el establecimiento de la “Pax Romana”, mediante la cual los predicadores del evangelio podrían viajar a todas partes del Imperio por los caminos y vías del imperio.
Los griegos sirvieron al darle a la gente un idioma común, el griego koiné, por el cual podrían escuchar la predicación del evangelio.
Los judíos sirvieron exhibiendo el conocimiento del único Dios verdadero, manteniendo viva la esperanza del Mesías, proporcionando el Antiguo Testamento, y usando extensivamente la sinagoga como un lugar donde se podría predicar el evangelio.
Cuán gloriosa se muestra “la multiforme sabiduría de Dios” (Ef. 3:10).
En Cristo Jesús, el Salvador del
mundo, se cumple la promesa a Abraham: “En ti serán benditas todas las
naciones” (Gal. 3:8,16). Ahora, todas las gentes pueden
llegar a ser “linaje de Abraham… herederos según la promesa” (Gal. 3:26-29).