Dios llama a todos por medio del evangelio (1
Tes. 2:13; 2 Tes. 2:14). Por este motivo, los verdaderos discípulos de Cristo,
es decir, la iglesia, son un pueblo que participa de aquel llamamiento
celestial (Heb. 3:1). La iglesia no denominacional de Cristo es un cuerpo de
gente llamada, es decir, convocada. Cada uno ha sido llamado, y ha aceptado
este llamamiento entendiendo que es Dios quien llama (1 Cor. 7:17) por su
gracia (cf. Gal. 1:15; Tito 2:11-15). A pesar de los diversos estados sociales en
los cuales somos todos llamados para ser cristianos (Ej. 1 Cor. 7:18-24, 26-28)
Dios llama al hombre con propósitos bien definidos:
Para justificarnos (Rom. 8:29,30)
Para anunciar las virtudes (1 Ped. 2:10)
Para vivir una vida santa (1 Ped. 1:15,16)
Para vivir en paz (1 Cor. 7:15c)
A libertad (Gal. 5:13)
Para alcanzar el premio (Fil. 3:14).
Todos somos llamados con un propósito en
Cristo, para ser parte de un cuerpo de gente salva. La iglesia que Cristo
estableció no es una denominación (Mat. 16:18). Las denominaciones son de
invención humana, no son plantas de Dios (Mat. 15:13). Dios no llama al denominacionalismo. Aparte del llamado general de Dios por el
evangelio, no hay otro llamado directo y específico. El llamado de Dios no se “siente”, sino que
se “entiende”. Cuando Dios llama lo hace por la palabra de su Hijo (Heb.1:1-2)
a él debemos oír (Mat. 17:5). Cada cual debe aprender del evangelio, y
arrepentirse, y convertirse al Dios vivo en plena obediencia a Jesucristo el
Señor (Hech. 2:38; 4:12). No hay otro llamado de Dios para algún
ministerio denominacional como acostumbran las sectas de la llamada “cristiandad”.