“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo,
a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros andemos en vida nueva” (Rom. 6:4).
Por Josué I. Hernández
Algunos de los cristianos en Roma tenían la idea equivocada de que
podían, de alguna manera, permanecer en el pecado, “¿Qué diremos, entonces?
¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde?” (Rom. 6:1, LBLA). Sin
embargo, el apóstol Pablo refutó esta idea explicando que los cristianos hemos
muerto al pecado y no podemos seguir viviendo en él. Pablo les dijo: “¡De
ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”
(Rom. 6:2, LBLA). Entonces, el apóstol les recordó cómo habían seguido la semejanza de la
muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo cuando fueron bautizados con él
para vida nueva, “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en
Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Por tanto, hemos sido
sepultados con El por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo
resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en novedad de vida” (Rom. 6:3,4, LBLA). Luego de ser sepultado con Cristo, el creyente emerge de la tumba de
agua para vivir como una nueva persona, una nueva criatura que ha resucitado
con el Señor Jesucristo, “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue
crucificado con Él, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de
que ya no seamos esclavos del pecado” (Rom. 6:6, LBLA). Los cristianos no continúan con su antigua vida de pecado, ellos son nuevas
criaturas (cf. 2 Cor. 5:17), “creados en Cristo Jesús” (Ef. 2:10). Esta
nueva criatura que ha resucitado con Cristo es totalmente diferente a la
persona pecadora que fue sepultada con Cristo (cf. Col. 2:12; 3:1; Rom. 6:3,4). Uno está muerto en pecado (Ef. 2:1,5) hasta que sepultado con Cristo
resucite con él, para vivir la vida abundante que Cristo ha hecho posible, “El
ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que
tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10). En fin, la salvación que el Señor da (cf. Mar. 16:16; Hech. 2:40; Fil.
2:12) no otorga a los cristianos el permiso para vivir como los del mundo. Los
cristianos se esfuerzan por vivir como vivió Jesús (cf. Ef. 4:20,21; 1 Ped.
2:21; 1 Jn. 2:6). Los cristianos andan en vida nueva (Rom. 6:4), viviendo con
Cristo (“viviremos con él”, Rom. 6:8; 2 Tim. 2:11).