Dios le ha dado a la madre un lugar especial de responsabilidad en el
hogar, “que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus
hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos,
para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:4,5). Este pasaje
especifica claramente el rol de la madre en el hogar. El plan de Dios es que las mujeres jóvenes se casen, críen hijos y
gobiernen su casa (cf. 1 Tim. 5:14; Prov. 31:10-31). Este es un buen plan que a
todos conviene. Sin duda alguna, los mandamientos de Dios “no son gravosos”
(1 Jn. 5:3). Dios sabe que toda joven necesita ser instruida por otras mujeres de
experiencia. Por supuesto, la capacitación de las mujeres debe comenzar
temprano, en casa, por la propia madre. Sin embargo, la enseñanza debe
continuar, porque hay lecciones importantes que deben implantarse profundamente
en los jóvenes corazones. Las ancianas pueden enseñar eficientemente a las jóvenes con su propio
ejemplo de castidad, modestia y buen juicio, en el vestir, en el hablar, en el
vivir. Loida y Eunice son ejemplo elocuente del impacto que pueden lograr las
mujeres piadosas (cf. 2 Tim. 1:5; 3:14; Fil. 2:19-23). Sin embargo, el menosprecio del matrimonio y de la labor de la dueña de
casa han sido implantados en los corazones de muchas mujeres jóvenes por sus
propias madres. Simplemente, demasiadas mujeres no quieren casarse, ni tener
hijos, y carecen de la capacitación para ser reinas del hogar. La palabra “madre” alguna vez fue considerada honrosa. Pero, a medida
que las mujeres abandonaron el nido familiar por el dinero, la notoriedad, la
ropa vulgar, el sexo ilícito, el lenguaje soez, el alcohol y las drogas, se
perdió el respeto por las mujeres en general. No obstante, todavía hay algunas de las mejores esposas y madres, quienes
aman a sus maridos e hijos, que temen a Dios y disfrutan de los frutos de su
labor (Prov. 31:31). Todos debemos agradecer a Dios por aquellas virtuosas
mujeres, abnegadas y generosas, que piensan en el futuro de su casa dando la
espalda al llamado de una mayoría vanidosa y materialista.