Por Josué I. Hernández
Nadab y Abiú, hijos de Aarón, ofrecieron una adoración que ofendió a
Dios, y fueron castigados por su falta de respeto ante la santidad del Señor (Lev.
10:1-3). Lo sucedido a ellos quedó registrado para nuestro aprendizaje (1 Cor.
10:11).
Los cristianos debemos ser santos en toda nuestra manera de vivir (cf. 1
Ped. 1:14-16), y debemos tratar a Dios conforme a su santidad. Por lo tanto,
debemos adorar a Dios conforme a las instrucciones que él ha especificado en su
palabra. No podemos elegir la manera en que adoraremos, agradándonos a nosotros mismos, y a la vez, agradar Dios.
Hay diferentes tipos de adoración, y no todas son aceptables a Dios. Hay
adoración verdadera (Jn. 4:20-24), adoración vana (Mat. 15:7-9), adoración
ignorante (Hech. 17:22,23), y el culto voluntario (Col. 2:20-23). No obstante,
solo la adoración verdadera es aceptable a Dios.
La adoración verdadera
Cristo dijo, “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre
tales adoradores busca que le adoren” (Jn. 4:23). Pero, ¿qué significa “en espíritu y en verdad”?
Considere con cuidado lo que Jesús habló con la mujer samaritana (Jn.
4:19-24). Los judíos habían estado adorando correctamente en Jerusalén, conforme
a la revelación en el Antiguo Testamento, pero ahora se acercaba el momento en
el cual el “lugar” no sería importante. Entendemos que el Señor hace un
contraste entre la adoración del Antiguo Testamento y la adoración bajo el
Nuevo Testamento. De alguna manera, la adoración del Antiguo Testamento no fue “en
espíritu y en verdad”. No obstante, la adoración bajo el Nuevo Testamento
sí lo sería.
Adorando “en espíritu”
Algunos entienden que adorar “en espíritu y en verdad” es hacerlo con
sinceridad. Pero, esto no encaja con el contraste que Jesús hizo entre la
adoración en el Antiguo Testamento y la adoración bajo el Nuevo Testamento.
Recordemos que la “sinceridad” también fue requerida bajo el Antiguo Testamento
(cf. Deut. 6:4-7; Is. 1:10-18).
La adoración “en espíritu y en verdad” es la adoración “espiritual”
y “verdadera”, en contraste con la adoración física o carnal. Esta explicación
está en armonía con el contexto, como enseguida veremos. Jesús dijo “Dios es
Espíritu” (Jn. 4:24), por lo tanto, la adoración a él ha de ser conforme a
su naturaleza.
La adoración en el Antiguo Testamento era conforme a la carne, apelando
a los sentidos de los que ofrecían el culto (cf. Heb. 9:1-8) con una estructura
física particular (el tabernáculo), ubicada en un lugar específico, un vestuario
especial para los sacerdotes, candelabros, incienso, instrumentos musicales, sacrificios
de animales, todo lo cual duraría hasta “el tiempo de reformar todas las
cosas”, lo cual ha ocurrido con la venida del Nuevo Pacto (Heb. 9:9,10).
En contraste con la adoración bajo el Antiguo Testamento, la adoración
bajo el Nuevo Testamento de Cristo ha de ser ofrecida desde la persona interior
hacia Dios, quien es espíritu; es decir, desde el corazón humano hacia el
corazón de Dios, desde un templo espiritual compuesto de cristianos (1 Cor.
3:16; Ef. 2:18-22), donde todos los cristianos son sacerdotes (cf. Rom. 12:1;
Heb. 13:15; 1 Ped. 2:5; Apoc. 1:6), con oraciones que son dulce incienso (cf.
Apoc. 5:8), con melodía que se produce con el corazón como instrumento (Ef.
5:19).
Adorar en “espíritu” es adorar de manera espiritual, como se
enseña en el Nuevo Testamento de Jesucristo, y no de manera física, como se
enseñaba en el Antiguo Testamento.
Adorando “en verdad”
Adorar “en verdad” es mucho más que adorar “conforme a los
mandamientos de Dios”. Ciertamente debemos hacer esto. Pero, en el Antiguo
Testamento también debía adorarse obedeciendo lo que Dios requería (cf. Deut.
5:32,33). Los judíos estaban en lo correcto a diferencia de los samaritanos
(Jn. 4:22). Entonces, el contraste no es entre la adoración “obediente” y la adoración
“desobediente”. El contraste que indicó el Señor Jesucristo es entre la
adoración “verdadera” o “real”, y la adoración “insustancial”, es decir, la que
era simplemente una “sombra” o “figura” (cf. Col. 2:17; Heb. 8:5).
Muchos elementos de la adoración en el Antiguo Testamento eran
tipológicos, eran “sombra” y “figura”. El tabernáculo era un “símbolo”
(Heb. 9:8,9) o “figura” (Heb. 9:24), y la ley con su culto, eran solo
una “sombra” (Heb. 10:1). En fin, la antigua ley con su culto estaban
centrados en “las figuras de las cosas celestiales” (Heb. 9:23).
Cristo no está en el santuario tipológico, el cual era un “figura”.
El Señor está “en el cielo mismo”, el “verdadero” santuario (Heb.
9:11,12,24), por lo tanto, debemos entender que la adoración conforme a lo “verdadero”
(sustancial) es diferente a la adoración conforme a la “sombra”.
Los “verdaderos adoradores” son aquellos que adoran conforme a la
“verdadera” realidad: Dios es espíritu, y Cristo, nuestro sumo sacerdote, está
en el cielo.
Conclusión
Hay diferentes tipos de adoración, pero solo una agrada a Dios: “en
espíritu y en verdad”. Esta adoración no está compuesta de elementos que
apelan a los sentidos, como la adoración en el Antiguo Testamento, la cual era
una “sombra” de lo que el Mesías haría posible.
La adoración “en espíritu y en verdad” es una adoración espiritual,
lo cual es la verdadera sustancia de lo que Dios requiere de su pueblo.
¿Es su adoración en “en espíritu y en verdad”?