Asiento vacío

 


Por Josué I. Hernández
 
 
"…y tú serás echado de menos, porque tu asiento estará vacío" (1 Sam. 20:18).
 
"no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre..." (Heb. 10:25).
 

El asiento dejado vacío habla fuerte y con elocuencia. A pesar de que su mensaje no es agradable, todos lo pueden oír.
 
-- Por ejemplo, al predicador el asiento vacío le dice: “Este sermón que estuviste preparando yo no lo oiré, y no seré edificado a pesar de tu preocupación por ello”.
 
-- Al visitante: “Yo no estoy para saludarte y para animarte a seguir a Cristo, ve con cautela, hay cosas importantes allá afuera”.
 
-- A los miembros débiles: “Ustedes también pueden ausentarse la próxima vez”.
 
-- A los miembros fuertes: “Trabajad, invitad, orad, y llenad esos asientos vacíos, porque yo soy uno más de los que no apoyará la obra”.
 

El asiento vacío testifica contra los servicios de reunión de la iglesia. Mata la inspiración, ahoga la esperanza, aleja el celo, y muchas veces es un peso para toda la congregación.
 
A su vez, el asiento ocupado es una antorcha de luz, un estímulo a la fidelidad, un incentivo, y una inspiración para todos lo que buscan y aman al Señor.