"…y tú serás echado de menos, porque tu asiento estará vacío"
(1 Sam. 20:18).
"no dejando de congregarnos, como algunos tienen por
costumbre..." (Heb. 10:25).
El asiento
dejado vacío habla fuerte y con elocuencia. A pesar de que su mensaje no es
agradable, todos lo pueden oír. -- Por
ejemplo, al predicador el asiento vacío le dice: “Este sermón que estuviste
preparando yo no lo oiré, y no seré edificado a pesar de tu preocupación por
ello”. -- Al
visitante: “Yo no estoy para saludarte y para animarte a seguir a Cristo, ve
con cautela, hay cosas importantes allá afuera”. -- A los miembros
débiles: “Ustedes también pueden ausentarse la próxima vez”. -- A los
miembros fuertes: “Trabajad, invitad, orad, y llenad esos asientos vacíos,
porque yo soy uno más de los que no apoyará la obra”.
El asiento
vacío testifica contra los servicios de reunión de la iglesia. Mata la
inspiración, ahoga la esperanza, aleja el celo, y muchas veces es un peso para
toda la congregación. A su vez, el
asiento ocupado es una antorcha de luz, un estímulo a la fidelidad, un
incentivo, y una inspiración para todos lo que buscan y aman al Señor.