Por Josué I. Hernández
La distracción es la desviación de la atención, o concentración, en
algo. Es lo que aparta la mente por otra vía. Hay distracción positiva y
negativa, sin embargo, y por lo general, “distracción” se usa en sentido
negativo.
Algunos ejemplos de distracción negativa son: La distracción al conducir,
al cruzar la calle, o la distracción en el sermón. Muchos están distraídos de
su responsabilidad matrimonial (Ef. 5:33) y paternal (Ef. 6:4). La distracción
está produciendo mucho sufrimiento y muerte.
La Biblia nos advierte sobre la distracción. Todos los pasajes que nos
llaman a estar alerta, con cuidado, velando, atentos, sobrios, etc. Todos los
pasajes que enfatizan el buen enfoque (ej. Prov. 4:25; Fil. 4:8,9; Heb. 12:2).
En fin, el mundo anda distraído (1 Jn. 2:16,17), pero el cristiano no debe
distraerse del propósito de Dios para su vida.
Cosas de las que no debemos distraernos
La palabra de Dios. En lugar de
distraernos, debemos estar atentos a la voz de Dios (Neh. 8:3,5,7,12; Sant.
1:25). Dios quiere que su palabra ocupe nuestra mente (Jos. 1:8; Sal. 1:2). Hay
bendición para quienes ponen atención a la palabra de Dios: “Entonces una
mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba
a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese
atenta a lo que Pablo decía” (Hech. 16:14; cf. Luc. 24:45; Sal. 119:130).
Nuestra relación con Dios. Nada debe
apartar nuestra mente de construir una relación más fuerte y profunda con Dios
(cf. Mat. 6:33; Mar. 12:30). Atentos al mensaje de Dios por su santo Hijo (Mat.
17:5; Heb. 1:1,2; cf. Hech. 3:23; Ef. 2:17; 4:20,21). Atentos a obedecerle (Rom.
12:11; cf. Luc. 6:46-49). Atentos a Cristo (cf. Heb. 3:1; 12:2,3; 1 Ped. 3:21).
Atentos a la oración (Mat. 7:7-11; cf. Rom. 12:12; Fil. 4:6,7; Col. 4:2; 1 Tes.
5:17). Atentos en los servicios de la iglesia, “toda la iglesia… cada uno de vosotros” (1 Cor. 14:23,26).
Nuestra salvación. Muchas cosas podrían
distraernos al punto que descuidemos “una salvación tan grande” (Heb.
2:1-3; 2 Jn. 1:8). Necesitamos mantenernos atentos a nuestra salvación (Fil.
2:12), atentos a crecer “para salvación” (1 Ped. 2:2), y atentos para no
caer (2 Ped. 3:17,18).
Nuestros hermanos. Todo miembro del
cuerpo tiene responsabilidades de las cuales no debe distraerse (Heb. 3:12,13;
Rom. 15:14). Cada miembro debe permanecer atento a los demás (1 Cor. 12:25-27),
atento a restaurar (Gal. 6:1; 1 Tes. 5:14,15) para no tener que quitar (2 Tes.
3:6).
Nuestra responsabilidad evangelística. “Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el
evangelio” (Hech. 8:4). Cada uno de nosotros debe permanecer atento a
sembrar “la palabra” (Mar. 4:14; cf. Hag. 2:19), atento a la puerta
abierta (cf. 1 Cor. 16:9; Col. 4:3; Apoc. 3:7,8), y atento para no insistir
(cf. Mat. 7:6; Hech. 13:45,46).
Conclusión
La distracción está a la mano: “los afanes de este siglo, y el engaño
de las riquezas, y las codicias de otras cosas” (Mar. 4:19). “los
placeres de la vida” (Luc. 8:14).
“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen
de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente
sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan
sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis
tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en
pie delante del Hijo del Hombre” (Luc. 21:34-36).
La distracción es una fuerza tan poderosa ante la cual gente buena ha
sucumbido, ¿recuerda el caso de Marta (Luc. 10:38-42)?
Nunca olvidar que Satanás busca al distraído, “Sed sobrios, y velad;
porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar” (1 Ped. 5:8).
¿Logramos apreciar la gravedad de la distracción?
Que nada nos distraiga del propósito de Dios para nuestra vida.