¿Por qué asistir a todas las reuniones de la iglesia?

 


Por Josué I. Hernández

 
La Biblia nos informa que los cristianos se congregaban regularmente. La iglesia primitiva se reunía el día del Señor, es decir, el domingo, y también en otras ocasiones (Hech. 2:42,46; 20:7; 1 Cor. 14:23,26; Heb. 10:25). Evidentemente, los primeros cristianos apreciaron el valor de congregarse. Es más, ellos vieron las ocasiones de reunión como una necesidad y un privilegio.
 
No hay momento tan precioso. Nuestros hermanos nos necesitan, y nosotros los necesitamos a ellos, para animarnos con fuertes estímulos celestiales (cf. Hech. 15:32,33; 1 Cor. 14:3; Heb. 10:24; Jud. 20,21). El mundo puede ver la potencia espiritual de semejante momento de edificación (cf. 1 Cor. 14:23-25; Mat. 5:14-16). No hay otro momento para perfeccionarnos en mutua edificación, para madurar y crecer (cf. Ef. 4:11-16).
 
Sobre todas las cosas, Dios es digno de ser adorado, y cuando la iglesia se reúne toda ella alaba a Dios “con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Col. 3:16; cf. 1 Cor. 14:15), con todo “fruto de labios que confiesan su nombre” (Heb. 13:15), con oraciones (cf. 1 Cor. 14:15,16; Ef. 6:18; Col. 4:2; 1 Tes. 5:17), y con un sermón o estudio que exalta su bendito nombre (Hech. 20:7; cf. 1 Cor. 14:26-31). Además de lo anterior, cuando llega el domingo, toda la iglesia levanta un monumento espiritual a Cristo con la cena del Señor (cf. Hech. 20:7; 1 Cor. 11:17-34), y entrega una ofrenda en gratitud por la prosperidad recibida (cf. 1 Cor. 16:1,2; 2 Cor. 9:6-15). ¿Hay momentos más preciosos que estos?
 
Hay un orden que respetar. Los ancianos han fijado un tiempo para que nos reunamos, y debemos someternos a ellos (cf. Heb. 13:17; 1 Ped. 5:1-5). Reunirnos, por lo tanto, involucra la subordinación como cuerpo local organizado (cf. 1 Cor. 12:27). Dejar de congregarse, cuando debe hacerlo, es rebeldía, desacato, insumisión. Entendemos el concepto de “rebaño”. ¿Será del rebaño aquel que no participa en él? ¿Cómo podrá alimentarse aparte del rebaño local (1 Ped. 5:2; Hech. 20:28)? ¿No anda siempre junto el rebaño?
 
Cuando no hay ancianos, los varones darán la dirección que el pueblo necesita (cf. Prov. 11:14; 29:18), ellos son “cabeza de la mujer” (1 Cor. 11:3; cf. 1 Tim. 2:12), y deben esforzarse por alimentar, dirigir y proteger al rebaño lo mejor posible. Todos los miembros deben apoyar la decisión de los varones. El orden requiere obediencia (cf. 1 Cor. 4:17; 14:40).
 
Dios lo ordena. “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Heb. 10:24,25). Evidentemente, Dios prohíbe que alguno deje de congregarse cuando ha llegado el momento de hacerlo, “no dejando de congregarnos” (v.25). Cuando nos reunimos hay trabajo que hacer, y hay bendiciones que recibir. No es bueno el dejar de congregarse.
 
Hay peligros. La tentación está en todas partes (1 Ped. 5:8,9). De las 168 horas semanales, ¿cuántas horas nos congregamos? Luego, ¿cuántas horas estamos expuestos a las tentaciones del mundo? Las reuniones de la iglesia son momentos en los cuales nos fortalecemos para contrarrestar la corriente del presente siglo malo. No es difícil caer. Alguno podría caer sin quererlo (1 Cor. 10:1-13). Es peligroso confiarnos. La tendencia histórica ha sido la apostasía (cf. Hech. 20:29; 2 Tim. 4:1-5). Siempre será posible apartarnos del Señor. Si no estamos sobrios y velando, asistiendo puntualmente a los servicios de la iglesia, ¿cómo sabremos cuando nos estemos deslizando (Heb. 2:1)?
 
Conclusión
 
Hay razones importantísimas por las cuales debemos estar presentes en cada servicio de la iglesia del Señor. A veces, alguna razón legítima nos impedirá congregarnos, y la iglesia procurará asistirnos (cf. Mat. 25:36; Hech. 12:5; Sant. 5:14). Por supuesto, el trabajo y los estudios no son razones legítimas para dejar de congregarse. No fueron razones legítimas en el primer siglo, no deben serlo hoy en día.
 
Examinemos nuestras prioridades cuidadosamente (2 Cor. 13:5), considerando las muchas razones que Dios expone en su palabra animándonos a reunirnos como rebaño, o cuerpo, local.