El cuerpo no es un solo miembro

 


Por Josué I. Hernández

 
En 1 Corintios el apóstol Pablo trazó una analogía entre nuestro cuerpo y la iglesia. Esta aplicación serviría a los corintios para que entendieran la manera en la cual debían trabajar como iglesia, interactuando los unos con los otros obedeciendo a Cristo, la cabeza del cuerpo, “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Cor. 12:27). Los corintios debían entender que “el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos” (1 Cor. 12:14).
 
El cuerpo local no es el peor miembro. Podría haber algún hipócrita (Rom. 12:9), pero esto no significa que todos lo sean, ni justifica que alguno rehúse obedecer al evangelio por esto. No debemos desanimarnos la hipocresía de alguno, juzgando a todo el cuerpo por la conducta de un solo miembro. Tal vez no hay un hipócrita, pero hay uno a quien los demás miembros están alentando, o tal vez, sosteniendo o, incluso, amonestando (1 Tes. 5:14). Es posible que encontremos a alguno a quien los demás procuran restaurar (Gal. 6:1), y a otros que se esfuerzan por superar su inmadurez (1 Cor. 3:1-4). Sin embargo, el cuerpo no es el peor miembro, “el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos” (1 Cor. 12:14).
 
El cuerpo local no es el mejor miembro. Solo Dios sabe quien es el más maduro, diligente y fervoroso de la congregación. Las evaluaciones de los corintios estaban muy equivocadas, y las nuestras probablemente también lo estarían. Sin embargo, la mayoría de las iglesias tienen miembros realmente excelentes; excelentes en el estudio de la Biblia, excelentes en carácter, amables, serviciales, constantes, confiables. No obstante, el cuerpo no es el mejor miembro. Hay miembros que aún no crecen, otros están creciendo, pero siempre son miembros del cuerpo. No debemos desanimarnos porque no somos tan maduros, ni envidiar a los que nos están superando. Aprendamos de ellos, y que su ejemplo nos motive en el ascenso.
 
El cuerpo local no es cualquier miembro. Por ejemplo, el cuerpo no es el predicador. El cuerpo no es alguno de los ancianos, o alguno de los diáconos. El cuerpo no son solamente los varones, ni los hermanos más antiguos. El cuerpo no pertenece a unos pocos. Nadie debe pensar en sí mismo como indispensable. Tampoco debemos permitir que alguno actúe como Diótrefes y haga las cosas a su gusto (3 Jn. 9,10). A menudo hay algunos que se destacan por su trabajo, pero ellos no son el cuerpo. Recordemos, “el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos” (1 Cor. 12:14).
 
El cuerpo local no son algunos miembros, sino todos los miembros. Por lo tanto, el éxito del cuerpo está determinado por el esfuerzo conjunto en el cual cada miembro hace su parte en obediencia a Cristo. El objetivo se alcanzará por los esfuerzos acumulados, “según la actividad propia de cada miembro” (Ef. 4:16).
 
Conclusión
 
Podemos hacernos preguntas, por ejemplo: ¿Qué pensará Cristo de mi función como miembro? ¿Soy un miembro responsable? ¿Estoy trabajando en armonía con los demás miembros?
 
Si el cuerpo local siguiera mi ejemplo, ¿qué clase de iglesia sería? Si toda la iglesia tuviera mi actitud, ¿qué pensaría Cristo de ella? ¿Somos realmente “cuerpo de Cristo”?

Comenta Wayne Partain, “Los hermanos corintios que tenían el don de hablar en lenguas pensaban que prácticamente ellos eran la iglesia. Hoy en día es fácil caer en el error de pensar que el predicador es "el todo" de la iglesia. Pero la ilustración del cuerpo físico debe convencer a todos que todo miembro es necesario, todo miembro tiene su función muy importante, todo miembro cuenta, ningún miembro sobra”.