David era el menor de sus ocho hermanos (1 Sam. 17:12). Sus tres
hermanos mayores estaban en el ejército de Saúl (v.13,14). Encomendado por su
padre, David fue a informarse del estado de sus hermanos cuando escuchó a
Goliat, el gigante filisteo, desafiar a Israel para que enviara a un hombre
contra él en una pelea en la que el ganador se lo llevaría todo (v.17-25). David estaba indignado porque ningún hombre en Israel tenía suficiente
fe o coraje para enfrentar el desafío (v.11,26-30). Entonces, él se ofreció como
voluntario (v.31,32). Cuando Saúl cuestionó sus calificaciones (v.33), David
relató cómo, en defensa de las ovejas de su padre, había matado a un león y a
un oso, “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras
del oso, él también me librará de la mano de este filisteo” (1 Sam. 17:37). Al derrotar a Goliat entendemos que David había aprendido a lo menos
tres lecciones. Nosotros debemos preguntarnos si las hemos aprendido también.
Dios da la victoria
Sin duda alguna David era experto con su honda, pero esa no fue la clave
de su victoria. No usó su honda para matar al león y al oso. Fue Dios quien
libró a David dándole la victoria. Este mismo poder divino está disponible para
vencer en nuestras luchas espirituales, “Mas gracias sean dadas a Dios, que
nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Cor. 15:57;
cf. 2 Cor. 12:9,10; Fil. 4:13). Podemos hacer lo correcto, y resistir la
tentación, y sufrir con paciencia la oposición, porque Dios es más poderoso que
el león y el oso que estemos enfrentando.
Debemos luchar
Dios no obró directamente para que el oso y el león murieran. David hizo
su parte. David tuvo que enfrentarlos y dar lo mejor de sí. También esto es
verdad para nosotros, aunque Dios promete fortalecernos, dirigirnos y
animarnos, debemos colaborar con él. Dios nos ha dado la más poderosa espada,
su palabra (Ef. 6:17) y nos da la vía de escape para superar la tentación (1
Cor. 10:13), y derrama sobre nuestro corazón maravillosas promesas para
tranquilizarnos y motivarnos (2 Ped. 1:4). Necesitamos luchar confiando en Dios,
y luchar conforme a sus condiciones.
La victoria trae confianza
La victoria sobre el león y el oso hicieron que Goliat fuera mucho menos
intimidante. Así también sucederá a nosotros, “Y no sólo esto, sino que
también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce
paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no
avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por
el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rom. 5:3-5; cf. Sant. 1:2-5). ¿Intimidado por leones y osos? Véalos como oportunidades para que Dios
le fortalezca mientras usted lucha. Véalos como oportunidades de bendición para
usted y para otros.