El azar es la casualidad, aquello que es
fortuito, que no se puede prever. Algunos estudian así la Biblia, al azar. Por
ejemplo, se enfocan en una frase sin considerar su contexto para saltar a una
aplicación directa. Pero, ¡así no se debe estudiar la palabra de Dios! Había una vez en un lugar muy lejano, un
hombre que dijo, “Señor, quiero conocer tu voluntad”, y abriendo su Biblia, con
los ojos cerrados, puso su dedo en una frase que decía: “salió, y fue y
se ahorcó” (Mat. 26:5). El hombre pensó, “esto es extraño, voy a
intentarlo de nuevo”, así que cerró su Biblia y realizó una oración como la
primera, y con los ojos cerrados puso su dedo en una frase que decía: “Vé,
y haz tú lo mismo” (Luc. 10:37). Asombrado, el hombre murmuró, “Señor, que
estás tratando de decirme”, y con la esperanza de un mensaje más claro, repitió el procedimiento, y puso su dedo en una frase que decía: “Lo
que vas a hacer, hazlo más pronto” (Jn. 13:27).