Hay tres términos en el Nuevo Testamento que describen al obrero de Dios
que conocemos como “predicador”, estos son: siervo (ministro), heraldo (predicador),
y mensajero de bien (evangelista). Estas palabras describen el trabajo que Dios
espera del predicador, a pesar de las opiniones y confusión general.
Ministro
El predicador es un ministro (gr. “diakonos” = siervo) de Jesucristo
(1 Tim. 4:6). Su ministerio, o “servicio”, es ministrar la palabra del Señor,
el evangelio (cf. Hech. 6:4; Rom. 15:16). Un “buen ministro de Jesucristo”
también debe ministrar la palabra del Señor a los hermanos (1 Tim. 4:6) y
cuidar el ministerio que ha recibido en el Señor (Col. 4:17).
Predicador
Este ministro de Jesucristo también es llamado “predicador” (gr. “kerux”
= heraldo). El heraldo, o predicador, era un proclamador público del rey que
con autoridad declaraba la ley del rey al pueblo para que esta sea obedecida.
El Señor constituyó y autorizó a sus predicadores, o heraldos (1 Tim. 2:7; Ef.
4:11), enviándolos por todo el mundo (Rom. 10:14-18). El trabajo del predicador
es proclamar fielmente el mensaje del evangelio (2 Tim. 2:1-7; 4:1-5).
Evangelista
La palabra “evangelista” (gr. “euangelistés”) simplemente significa mensajero
de lo bueno, o mensajero de bien. Cristo mismo dio evangelistas (Ef. 4:8-12), y
encargó a estos evangelistas con un ministerio que deben cumplir plenamente (2
Tim. 4:5), “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo;
redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:2).
Los predicadores y la iglesia local
Mucho problema se produce cuando la iglesia local no entiende cuál es la
obra de este siervo de Cristo. Por ejemplo, a veces la iglesia considera al predicador
un “empleado” o “servidor” de ella. Por lo tanto, la iglesia determina el
alcance y los deberes de su empleado. Estos hermanos equivocados dirán, “le
pagamos y le decimos lo que tiene que hacer”. El mandato de pagar a los predicadores por predicar (1 Cor. 9:14) no
convierte al predicador en un empleado de la iglesia. El apoyo financiero que
la iglesia proporcione se puede comparar con el de Israel para los sacerdotes de
Dios (1 Cor. 9:13,14). La evidencia bíblica indica que los sacerdotes no eran
empleados de Israel (cf. Num. 18:1-20; Deut. 18:1-8). El predicador no es un
empleado de alguna iglesia, el predicador es un siervo del Señor (1 Tim.
4:6). El predicador es responsable ante el Señor (cf. 1 Cor. 3:5-15), y debe
hacer la obra que el Señor le ha encomendado sin enredarse en asuntos de esta
vida (cf. 2 Tim. 2:3,4). La relación bíblica entre un predicador y los cristianos que lo apoyan
es la de colaboradores en el Señor. Juntos tienen comunión en el
evangelio de Jesucristo (cf. 1 Cor. 9:6-14; Fil. 4:15-19).