Mantenerse firme no es quedarse quieto. Consideremos algunos ejemplos:
- “Será como árbol plantado
junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y
su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” (Sal. 1:3). Este
hombre justo está firmemente plantado en la ley del Señor (v.2), pero al
hacerlo siempre está dando fruto y prosperando en lo que hace.
- “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en
la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en
vano” (1 Cor. 15:58). Así
como debemos permanecer firmes e inconmovibles, también debemos abundar trabajando
en el Señor “siempre”.
- “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para
que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis
firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio” (Fil. 1:27). La firmeza no es
inmovilidad, sino acción fiel y perseverante en el ejército del Señor.
- “estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por
palabra, o por carta nuestra” (2 Tes. 2:15). La firmeza en el Señor involucra el aferrarse a la
instrucción de los apóstoles de Cristo (cf. Hech. 2:42; Jn. 13:20; Mat. 28:20).
Mientras nos mantenemos firmes, asegurémonos de no quedarnos quietos, para que no caigamos de nuestra “firmeza” (2 Ped. 3:17; 1 Cor. 10:12).