Lecciones en el libro Rut

 


Por Josué I. Hernández

 
El libro Rut cuenta una historia inspiradora acerca de la fe persistente de unos pocos, en un contexto social decadente, cuando en la nación de Israel “cada uno hacía lo que bien le parecía” (cf. Jue. 21:25; Rut 1:1). En cada capítulo del libro un personaje toma la iniciativa, ya sea Rut, Noemí o Booz. Sin embargo, el héroe de la historia es Dios.
 
Todo comienza con una hambruna, la cual motivó a varón hebreo llamado Elimelec, a migrar junto a su esposa e hijos, abandonando Belén, a través del Jordán, y llegando a la tierra de Moab. Allí, los hijos de Elimelec se casaron con mujeres moabitas, una de las cuales fue Rut. Eventualmente, tanto Noemí como Rut enviudaron y regresaron a Belén.
 
La magnífica suplica de Rut, una súplica abnegada y motivada por la fe en Jehová (1:16,17) es un ejemplo notable de la clase de persona que llegó a ser. Semejante compromiso de Rut solamente se explica por la fe, la cual viene por la palabra de Dios (Rom. 10:17). Ella se había convertido “de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (cf. 1 Tes. 1:9).
 
Rut no se quedaría sin cumplir su compromiso, y fue a buscar en los campos un medio de sustento para ella y Noemí. Mientras trabajaba diligentemente en los campos, conoció a quien sería su marido, Booz. Al final del libro Rut y Booz están casados y bendecidos con un hijo, Obed, quien llegó a ser el abuelo de David, de quien vino Jesucristo nuestro Salvador (Mat. 1:1,5,6).
 
Hay lecciones maravillosas que podemos aprender de esta magnífica historia, entre ellas sobresalen el amor de Dios, su divina providencia y la necesidad de redención.
 
El amor de Dios. Dios ama a la humanidad, no solo a los judíos. Dios también ama a los gentiles. Para nuestra sorpresa, el amor de Dios por los gentiles se demuestra en un tiempo en el cual la nación de Israel es el pueblo especial a través del cual vendría Jesucristo.
 
Rut era descendiente de Lot, el sobrino de Abraham, y, por lo tanto, Rut era una gentil. Es digno de mencionar que la madre de Booz era una cananea, ¿recuerda a Rahab? Aunque Rut y Rahab no eran judías, llegaron a tomar un lugar en la genealogía de Jesús de Nazaret, el Salvador del mundo.
 
Dios había elegido a los judíos como los integrantes de su pueblo especial a través del cual su santo Hijo vendría. El hecho de que hay gentiles en la genealogía de Jesucristo es evidencia de que Dios es Señor del mundo. El único Dios verdadero no está restringido a una etnia o sociedad. Esto señala el momento en el cual todas las naciones podrían escuchar el evangelio y ser unidas en Cristo (cf. Mat. 28:18; Ef. 2:13-22).
 
La divina providencia. La historia del libro Rut demuestra el funcionamiento de la divina providencia del Señor.
 
Cuando Rut fue a espigar en los campos de trigo, la Biblia dice “y dio por casualidad con la parte del campo que pertenecía a Booz, que era de la familia de Elimelec” (Rut 2:3, VM). Una casualidad, es decir, una combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar, sin embargo, fue una clara configuración del curso de eventos por manos invisibles. A pesar de su libre albedrío, sus pasos fueron guiados divinamente a cierto campo, para que el buen propósito de Dios se llevara a cabo.
 
Rut, como extranjera en Belén, no conocía personas ni propiedades, podría haberse topado con campos de dueños extraños y hostiles, pero esto no sucedió. Sin saberlo, la moabita temerosa de Dios entró en el campo de uno que era de la familia de Elimelec.
 
Qué gran tributo a Rut, a quien Dios honró por sobre toda otra doncella de Israel en aquel preciso tiempo.
 
Booz el redentor. Booz es un tipo apropiado de Cristo. Booz era el pariente redentor (heb. “goel”), un pariente cercano con el poder de redimir (Rut 3:9). La función del pariente redentor se ilustra en Rut 4:5, “Entonces replicó Booz: El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión”.
 
Sin duda alguna, Booz, como el pariente redentor, es un tipo del redentor de la humanidad que vendría. Cristo se ha hecho nuestro pariente en cuanto a la carne, y no se avergüenza de llamarnos hermanos (Heb. 2:11,14). Ciertamente, “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque nos ha visitado y ha efectuado redención para su pueblo” (Luc. 1:68, LBLA).
 
En Cristo tenemos “redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Ef. 1:7). Así, pues, en el más amplio y perfecto sentido, Jesucristo es nuestro pariente redentor.