La oración de Pablo por los tesalonicenses

 


Por Josué I. Hernández

 
La primera sección de la epístola de Pablo a los tesalonicenses contiene reflexiones apostólicas en las que Pablo alaba la maravillosa recepción del evangelio por parte de estos macedonios (1:1-10), repasando la naturaleza de su ministerio entre ellos (2:1-16), y expresando su amor y preocupación por la condición espiritual de ellos (2:17 – 3:10). Esta primera sección Pablo la concluye con una oración a favor de sus amados en Tesalónica (1 Tes. 3:11-13).
 
Es común leer estas oraciones de Pablo en sus epístolas (cf. Ef. 1:15-23; 3:14-21; Fil. 1:9-11; Col. 1:9-12), oraciones siempre conformes al plan de Dios, y aplicables a nosotros. Detengámonos a estudiar tres cosas en esta oración de Pablo por los tesalonicenses.
 
“Mas el mismo Dios y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesucristo, dirija nuestro camino a vosotros” (1 Tes. 3:11)
 
Pablo deseaba con todo el corazón volver a ver a los tesalonicenses. Lo había dicho antes (1 Tes. 2:17) indicando que él había sido estorbado por Satanás (1 Tes. 2:18). Entonces, el apóstol expresó en oración su deseo, solicitando del Padre celestial y del Señor Jesucristo una cosa, “dirija nuestro camino a vosotros”.
 
Deténgase a pensar en esto. El verbo “dirija” es singular, a pesar de que se mencionan dos personas divinas que actúan (cf. 2 Tes. 2:16,17), lo cual indica una distinción entre las personas de la Deidad que obran en total armonía, unidad (cf. Jn. 10:30; 17:21).
 
Tres personas componen la Deidad, o Divinidad. Ellas son el Dios que es uno (Isa. 44:6; 46:9; Sal. 86:10; Mar. 12:29; Jn. 17:3; 1 Cor. 8:6). Por esto, hay tres personas designadas en tales pasajes como Mateo 3:16,17; 28:19; Juan 14:16,17,26, y otros.
 
Pablo estaba seguro, es decir, totalmente persuadido, de la providencia de Dios. Pablo no dudaba que Dios puede quitar los obstáculos puestos por el diablo (cf. 1 Ped. 5:8-10), y proporcionar un viaje expedito si está de acuerdo con su voluntad (cf. Rom. 1:10).
 
Sin lugar a duda, Pablo nos enseña a tomar en cuenta la voluntad de Dios en nuestras oraciones (cf. Mat. 6:10; 1 Jn. 5:14), y en nuestra planificación (cf. Sant. 4:13-15).
 
“Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros” (1 Tes. 3:12)
 
El crecimiento no viene de los hombres, sino de Dios, “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Cor. 3:6). Pablo sabía que Dios obra para nuestro crecimiento espiritual (Fil. 1:6), y que debemos colaborar con él ocupándonos de nuestra salvación (Fil. 2:12). Dios produce tanto el querer (la motivación) como el hacer (la capacitación) cuando permanecemos asidos a su palabra de vida (Fil. 2:13,16; cf. Heb. 13:20,21), “la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tes. 2:13).
 
Pablo quería ver a los tesalonicenses “crecer y abundar”. Es decir, nuestro crecimiento espiritual no debe cesar, sino que debe abundar (cf. 2 Ped. 1:5-8; 3:18). Nuestro cuerpo se enferma y envejece, pero nuestro hombre interior puede renovarse todos los días (2 Cor. 4:16; cf. Prov. 4:18).
 
Específicamente, Pablo quería que los tesalonicenses crecieran y abundaran en amor. Sin duda alguna el amor es algo especial para Dios. Algo que los tesalonicenses ya poseían (1 Tes. 1:3). Algo que los tesalonicenses no necesitaban que se les enseñara (1 Tes. 4:9,10). Sin embargo, nunca podemos decir que no podemos crecer más (Fil. 3:13-17).
 
Los tesalonicenses debían progresar en amor, no solo a los hermanos, sino a todos los hombres. Es fácil, y agradable, amar a nuestros hermanos. Pero, cuando amamos a nuestros enemigos es que nos volvemos como Dios (Luc. 6:32-35).
 
“para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (1 Tes. 3:13)
 
Ser irreprensibles, es decir, no expuestos a censura (cf. 5:23; Fil. 2:15; 3:6), es la razón por la cual Jesucristo se dio a sí mismo por nosotros (cf. Ef. 5:25-27; Apoc. 1:5). Dios nos quiere irreprensibles en santidad (cf. 1 Ped. 1:16; 2:9). Sin santidad no hay vida eterna (Heb. 12:14). Por lo tanto, debemos cooperar con Dios para permanecer en santidad (cf. 2 Cor. 7:1).
 
“delante de Dios… en la venida de nuestro Señor”. Aquí está el “donde” y el “cuándo” respecto a ser irreprensibles en santidad.
 
En cuanto a la segunda venida de Cristo, esta es la tercera vez que se menciona en la epístola (cf. 1 Tes. 1:10; 2:19; 3:13). ¿Habrá alguna motivación más poderosa en el horizonte?
 
Conclusión
 
Con esta oración de Pablo a favor de los tesalonicenses, aprendemos a buscar, reconocer y aceptar la guía providencial de Dios, orando por el crecimiento espiritual de nuestros hermanos.
 
Debemos desear vernos creciendo y abundando en amor, irreprensibles en santidad en la presencia de Dios cuando venga Jesucristo. ¿Oramos por estas cosas?