Descendiendo al
pecado, motivado por su debilidad por las mujeres, Sansón había caído de
rodillas ante Dalila (Prov. 6:26). Los filisteos habían ofrecido a Dalila mil
cien piezas de plata por averiguar el origen de la gran fuerza de Sansón (Jue.
16:5). Así pues, ella lo interrogó tres veces, y cada vez Sansón le dio una
respuesta incorrecta (Jue. 16:6-14). Después, ella se esforzó por hacerlo
sentir culpable del engaño. “Y ella le dijo: ¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo?
Ya me has engañado tres veces, y no me has descubierto aún en qué consiste tu
gran fuerza. Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e
importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia. Le descubrió, pues,
todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo
de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de
mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres” (Jue. 16:15-17). Sansón debió
reconocer que Dalila planeaba algo malo. Sin embargo, él finalmente le
descubrió todo su corazón. ¿Por qué lo hizo? Ella le importunaba cada día,
presionándolo con persistencia. Así, pues, Sansón se desmoronó y expuso el
secreto. Hay lecciones que
podemos aprender aquí. Entre más nos expongamos a situaciones de peligro, más
probable será que pequemos. Sansón no ofreció inmediatamente la información
acerca de su fuerza; pero, con el tiempo, y luego de un interrogatorio
constante, lo hizo. Cuando nos encontramos en situaciones peligrosas, debemos “huir”
(1 Cor. 6:18; 2 Tim. 2:22). Tenga cuidado con
los compañeros con quienes usted se asocia, “Las malas compañías corrompen
las buenas costumbres” (1 Cor. 15:33, LBLA). A pesar de que debió sospechar
de sus motivos, Sansón se aferró a Dalila porque se enamoró de ella (Jue.
16:4). Pablo advierte, “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2
Cor. 6:14). Es fácil engañarnos pensando que nuestras malas compañías no
influyen sobre nosotros, pero siempre lo harán (Prov. 13:20). Por lo tanto,
debemos cuidarnos de las malas asociaciones y la naturaleza de ellas. La tentación
persistente puede reducir al más fuerte a un estado de mortal angustia. Por
lo tanto, no coquetee con el pecado, ni ceda a él. Manténgase firme. Permanezca
en santidad. Sea fiel al Señor.