Reducido a mortal angustia

 
Por Josué I. Hernández

 
Descendiendo al pecado, motivado por su debilidad por las mujeres, Sansón había caído de rodillas ante Dalila (Prov. 6:26). Los filisteos habían ofrecido a Dalila mil cien piezas de plata por averiguar el origen de la gran fuerza de Sansón (Jue. 16:5). Así pues, ella lo interrogó tres veces, y cada vez Sansón le dio una respuesta incorrecta (Jue. 16:6-14). Después, ella se esforzó por hacerlo sentir culpable del engaño.
 
“Y ella le dijo: ¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has descubierto aún en qué consiste tu gran fuerza. Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia. Le descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres” (Jue. 16:15-17).
 
Sansón debió reconocer que Dalila planeaba algo malo. Sin embargo, él finalmente le descubrió todo su corazón. ¿Por qué lo hizo? Ella le importunaba cada día, presionándolo con persistencia. Así, pues, Sansón se desmoronó y expuso el secreto.
 
Hay lecciones que podemos aprender aquí. Entre más nos expongamos a situaciones de peligro, más probable será que pequemos. Sansón no ofreció inmediatamente la información acerca de su fuerza; pero, con el tiempo, y luego de un interrogatorio constante, lo hizo. Cuando nos encontramos en situaciones peligrosas, debemos “huir” (1 Cor. 6:18; 2 Tim. 2:22).
 
Tenga cuidado con los compañeros con quienes usted se asocia, “Las malas compañías corrompen las buenas costumbres” (1 Cor. 15:33, LBLA). A pesar de que debió sospechar de sus motivos, Sansón se aferró a Dalila porque se enamoró de ella (Jue. 16:4). Pablo advierte, “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Cor. 6:14). Es fácil engañarnos pensando que nuestras malas compañías no influyen sobre nosotros, pero siempre lo harán (Prov. 13:20). Por lo tanto, debemos cuidarnos de las malas asociaciones y la naturaleza de ellas. 
 
La tentación persistente puede reducir al más fuerte a un estado de mortal angustia. Por lo tanto, no coquetee con el pecado, ni ceda a él. Manténgase firme. Permanezca en santidad. Sea fiel al Señor.


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