El consuelo por la venida de Cristo

 


Por Josué I. Hernández

 
El apóstol Pablo frecuentemente menciona la segunda venida de Cristo en 1 Tesalonicenses. En cada capítulo hay alguna referencia a este gran evento. Cuando llegamos al capítulo 4, encontramos la cuarta reiteración (1 Tes. 1:10; 2:19; 3:13), con la diferencia de que en esta cuarta ocasión Pablo se detiene para indicar varios detalles (1 Tes. 4:13-18).
 
Queremos enfocarnos en el consuelo que nos ofrece la segunda venida de Cristo. Queremos ser consolados y alentados por el “hecho” y los “eventos” de la segunda venida de Cristo, porque amamos “su venida” (2 Tim. 4:8).
 
La victoria sobre la muerte
 
La pérdida de seres queridos es dolorosa. El dolor es intenso. Es el evento más estresante que alguno pueda soportar. Por lo tanto, debemos pedir junto con Moisés: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días…” (Sal. 90:12).
 
Todo el género humano nace físicamente mortal. Así está establecido (cf. Heb. 9:27). Tenemos un “hombre exterior” que se va “desgastando” (2 Cor. 4:16). Físicamente, llevamos la semejanza de nuestro padre Adán (1 Cor. 15:48,49). No heredamos la culpa del pecado de Adán, sino que heredamos su naturaleza mortal.
 
Sufrimos cuando la muerte azota a la familia espiritual. Experimentamos el dolor de la separación (Hech. 20:37,38). Podemos recordar a los santos que nos vieron nacer y crecer en la familia de Dios, y que ya no están con nosotros. Lloramos cuando los santos de Dios mueren (cf. Hech. 8:2). Pero, no debemos sufrir con desesperación (1 Tes. 4:13). La desesperación es característica de aquellos “que no tienen esperanza”, para quienes la muerte es el final (cf. 1 Cor. 15:32).
 
Nosotros, los discípulos de Cristo, sabemos que nuestro Señor y Maestro destruirá la muerte en el día final (cf. 1 Cor. 15:26,55).
 
La resurrección de los justos
 
Pablo dijo que “traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”. Así como Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, “traerá” a la vida a los que durmieron en él (1 Tes. 4:14). ¿Puede imaginar tan magnífica escena? Jesús descendiendo del cielo, y los justos emergiendo en resurrección.
 
Jesús enseñó que habrá “resurrección” de justos y de injustos (Jn. 5:28,29; cf. Hech. 23:6; 24:15). La Biblia no economiza espacio para indicarnos que esta resurrección (singular y general) sucederá en:
  • “el día postrero” (cf. Jn. 6:39,40,44,54).
  • “fin de este siglo” (Mat. 13:39,49).
  • “el día de la ira” (Rom. 2:5).
  • “el día de nuestro Señor Jesucristo” (1 Cor. 1:8).
  • “el día del Señor Jesús” (2 Cor. 1:14).
  • “el día de Jesucristo” (Fil. 1:6).
  • “el día de Cristo” (Fil. 1:10).
  • “aquel día” (2 Tim. 1:12,18; 4:8).
  • “el día del Señor” (2 Tes. 2:2; 2 Ped. 3:10).
  • “el día de Dios” (2 Ped. 3:12).
  • “el día del juicio” (2 Ped. 2:9; 3:7; 1 Jn. 4:17).
  • “gran día” (Jud. 1:6).
 
La muerte no es una aniquilación, no es una reducción a la inexistencia. La Biblia dice que la muerte es como un sueño (ej. 1 Rey. 2:10; 2 Cron. 32:33; Mat. 27:52; Jn. 11:11-14; Hech. 7:60). Los que duermen no han dejado de existir, solo están dormidos.
 
Llegando a este punto, es importante enfatizar que la Biblia no enseña la doctrina del “alma dormida”. Que las almas están inconscientes entre la muerte y la resurrección. La Biblia enseña la consciencia de los difuntos luego de la muerte física (cf. Ez. 32:31,32; Luc. 16:19-31; Apoc. 6:9-11).
 
Sencillamente, el término “dormir” se usa como un eufemismo para “morir”, debido a la apariencia del cuerpo, el cual yace como si estuviese dormido.
 
Entonces, ¿en qué sentido la muerte es un sueño? Desde el punto de vista físico, el cuerpo se durmió. La muerte es un descanso físico en este sentido (cf. Apoc. 14:13). La muerte es la cesación de la actividad terrenal.
 
La frase “los muertos nada saben” (Ecles. 9:5), no indica que los muertos dejaron de existir. No saber algo, no significa inexistencia. Mis hijas menores están aprendiendo las tablas de multiplicar. Ahora, ellas nada saben sobre esto ¡pero no han dejado de existir! La frase “los muertos nada saben” se aplica al espíritu humano que, desligado de las actividades terrenales, nada sabe en cuanto los asuntos “debajo del sol” o “debajo del cielo” (cf. Ecles. 1:3,9,13,14). El cuerpo vuelve al polvo, pero el espíritu sobrevive la muerte física (cf. Ecles. 12:7; Sant. 2:26).
 
La muerte es “sueño” porque es el preludio a un “despertar”. El Señor despertará “a los que durmieron en él”. Esta es la esperanza última del pueblo de Dios (cf. Jn. 11:24). Esta fue la esperanza de David (Sal. 17:15).
 
En el Nuevo Testamento, la palabra “dormido” viene del griego “koimaomai”, que a su vez viene del verbo “keimai” que literalmente significa “acostarse”.   Lo cautivante en todo esto es que los griegos usaban la palabra “koimeterion” haciendo referencia a un lugar donde los caminantes podrían detenerse para dormir.
 
Por transliteración, de “koimeterion” obtuvimos nuestra palabra “cementerio”, un lugar donde los cuerpos de los muertos duermen.
 
El orden de los eventos
 
¿Qué sucederá a los muertos en el Señor? Pablo dijo que “resucitarán primero” (1 Tes. 4:16). Resucitarán con un cuerpo incorruptible (cf. 1 Cor. 15:52). El cuerpo incorruptible es como un edificio en contraste con el cuerpo mortal que es como un tabernáculo (cf. 2 Cor. 5:1). El cuerpo de la resurrección:
  • Es cuerpo de incorrupción (1 Cor. 15:42, 50,53,54).
  • Es cuerpo de poder (1 Cor, 15:43).
  • Es cuerpo espiritual (1 Cor. 15:44).
  • Es cuerpo de inmortalidad (1 Cor. 15:53,54).
 
La resurrección ocurrirá, “a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles” (1 Cor. 15:52). Al mandato de Cristo (cf. Jn. 5:28,29; 1 Tes. 4:16).
 
¿Qué sucederá con los que estemos vivos? Pablo dijo que “seremos transformados”, en “un momento”, es decir, en un parpadeo, cuando suene “la final trompeta” (cf. 1 Cor. 15:51-53), al mandato de Cristo (1 Tes. 4:16), “el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:21).
 
Pablo dijo que seremos “arrebatados” (no “raptados”) “juntamente” con los santos resucitados, “para recibir al Señor en el aire” (1 Tes. 4:17; cf. Hech. 1:9-11; Jn. 14:3).  
 
No habrá “rapto” silencioso, invisible, inadvertido, secreto. No habrá milenio, porque la venida del Señor y nuestra reunión con él sucederán en una misma instancia (cf. 2 Tes. 2:1,2). Esto lo sabemos porque en un mismo evento el Señor viene por sus santos (1 Tes. 4:13-18), a la vez que trae juicio sobre los impíos (cf. 1 Tes. 5:1-3; 2 Tes. 1:7-10). Pablo especificó lo que sucederá luego de la segunda venida de Cristo, él dijo: “Luego el fin” (1 Cor. 15:23,24).
 
Conclusión
 
¿Habrá algo más poderoso para consolar y animar al pueblo de Dios? El evangelio nos brinda consuelo y esperanza, “Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis” (1 Tes. 5:11), “alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tes. 4:18).
 
Cuando los santos mueren, ellos duermen. No nos despedimos sin esperanza. En cierto sentido, les decimos “Buenas noches”.
 
 
¿Tiene usted esperanza de vida eterna?