Persuadimos

 
Por Josué I. Hernández

 
El apóstol Pablo dijo, “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (2 Cor. 5:11).
 
Muchos no podrían afirmar lo mismo que declaró el apóstol Pablo porque están en total desacuerdo con él. Por ejemplo, algunos dirían “Seducimos a las personas”, porque manipulan el lenguaje apelando a los sentimientos y emociones para que la gente se sienta bien. Otros debiesen decir, “Manipulamos a las personas”, porque reducen a la dependencia a sus discípulos, manteniéndolos siempre donde se deben quedar. Algunos debiesen admitir, “Coaccionamos a las personas”, porque si no se someten a ellos los harán sufrir con toda suerte de táctica humana. Esta es la técnica del fanático, e incluso, del terrorista.
 
Vivimos en un momento en el cual se habla cada vez menos del Señor Jesucristo y su palabra, lo cual refleja la mentalidad general. Simplemente, lo que alguno cree no hace gran diferencia. Demasiada gente ha abandonado el concepto de verdad absoluta, para abrazar el relativismo moral. Sus reuniones son entretenidas, con comida sabrosa, y con énfasis social, todo para cautivar a las almas ingenuas.
 
Algunos religiosos, en lugar de persuadir, acosan en las redes sociales a quienes no piensan como ellos, procurando intimidar para lograr poder. Sin embargo, para los seguidores de Cristo, “las armas de nuestra milicia no son carnales” (2 Cor. 10:4).
 
La práctica del apóstol Pablo era la de razonar a partir de las Escrituras, persuadiendo con argumentos para convencer los corazones (cf. Hech. 17:2,3; 18:4,19; 19:9). El verbo griego “dialégomai” es traducido por Reina-Valera 1960 como “discutir”. Sin embargo, el verbo griego no lleva en sí la carga negativa que se le ha impuesto en nuestra sociedad al verbo castellano “discutir”. Bien se entiende que Pablo discutía, razonando, y exponiendo los argumentos que sustentaban su tesis.
 
El Señor demanda devoción de todo corazón. Nuestras vidas deben estar sincronizadas con nuestros labios. Es decir, debemos vivir justa y piadosamente, y desde esta base persuadir. Como dijo Pablo, “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias” (2 Cor. 5:11).


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