El apóstol Pablo dijo, “Conociendo, pues, el temor del Señor,
persuadimos a los hombres” (2 Cor. 5:11). Algunos no podrían afirmar lo mismo que declaró el apóstol Pablo; primero, porque no conocen el temor del Señor, y en segundo lugar, porque no persuaden con el evangelio. Por ejemplo, algunos líderes religiosos debiesen decir: “Seducimos a las
personas”, porque manipulan el lenguaje apelando a los sentimientos y emociones
para que la gente se sienta bien. Otros debiesen decir: “Manipulamos a las
personas”, porque reducen a la dependencia a quienes les siguen, manteniéndolos
siempre donde se deben quedar. Otros debiesen decir: “Coaccionamos a las
personas”, porque si no se someten habrá represalias. Por el contrario, la práctica del apóstol Pablo era la de razonar a partir de las Escrituras,
persuadiendo con argumentos para convencer los corazones (cf. Hech. 17:2,3;
18:4,19; 19:9). El verbo griego “dialégomai” es traducido por Reina-Valera 1960
como “discutir”. Sin embargo, el verbo griego no lleva en sí la carga negativa de “discutir acaloradamente” o “debatir contenciosamente”. Bien
se entiende que Pablo discutía, razonando, y exponiendo los argumentos que
sustentaban su tesis.
El Señor demanda devoción de todo corazón. Nuestras vidas deben estar
sincronizadas con nuestros labios. Por lo tanto, debemos vivir justa y piadosamente,
y desde esta base persuadir. Como dijo Pablo, “Conociendo, pues, el temor
del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que
somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias” (2 Cor. 5:11).