El perdón y las consecuencias del pecado

 


Por Josué I. Hernández

 
No mucho tiempo después de que Israel partiera del monte Sinaí, María y Aarón se opusieron a Moisés. Dijeron que su queja era sobre su esposa cusita; sin embargo, el verdadero problema era que estaban celosos de su posición (Num. 12:1,2).
 
El Señor los convocó al tabernáculo de reunión donde reprendió a los hermanos de Moisés (Num. 12:4-9). Cuando la nube, que representaba la presencia de Dios, se apartó del tabernáculo, María estaba leprosa como la nieve (Num. 12:10). Entonces, Aarón reconoció su pecado y rogó a Moisés que intercediera por María. Moisés oró por María (Num 12:11-13), y el Señor dijo que la sanaría, pero no inmediatamente. La explicación de Dios fue la siguiente: “Si su padre le hubiera escupido a ella en el rostro, ¿no llevaría su vergüenza por siete días? Que sea echada fuera del campamento por siete días, y después puede ser admitida de nuevo” (Num. 12:14, LBLA). Según el registro bíblico, todo Israel se detuvo una semana esperando a María.
 
Esta es una de las muchas ilustraciones bíblicas de un principio importante: El perdón de Dios no elimina las consecuencias del pecado. El perdón de Dios nos devuelve a su comunión, y nos quita la culpa y sus implicaciones eternas. Sin embargo, Dios nunca prometió que su perdón, o el perdón de los hombres, eliminaría las consecuencias, o efectos, de los pecados.
 
Un mentiroso pierde credibilidad. Puede disculparse, y ser perdonado, pero eso no hace que los demás confíen en él instantáneamente como antes lo hacían.
 
Un adúltero viola la confianza de la relación más íntima de la humanidad. Su pecado es tal que es la única causa por la cual el cónyuge fiel e inocente puede repudiar sin pecar (Mat. 5:32; 19:9). El adúltero puede ser perdonado, pero la relación no será la misma durante un tiempo, tal vez, prolongado. Eventualmente la herida necesitará atención, a pesar del tiempo transcurrido.
 
Las penas civiles no desaparecen porque alguno dice que ya se arrepintió. El gobierno debe aplicar la pena, y el delincuente debe pagar por su crimen. Así también, los efectos físicos y psicológicos de pecados como la embriaguez, y el abuso de diferentes drogas, quedarán, tal vez, por toda la vida.
 
Llegando a este punto, recordemos lo que Moisés enseñó a Israel, “y tened por seguro que vuestro pecado os alcanzará” (Num. 32:23, LBLA).