Enfócate en la meta

 


Por Josué I. Hernández

 
Santiago enseñó que debemos apreciar nuestras pruebas con “sumo gozo” (Sant. 1:2). Dos consideraciones lo hacen posible. En primer lugar, las pruebas traen consigo el beneficio de un carácter madurado (Sant. 1:4). En segundo lugar, conducen a una bendición eterna “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Sant. 1:12).
 
La Biblia hace referencia a dos tipos diferentes de coronas. Una corona es la “diadema”, la corona real. Jesús usa múltiples diademas (Apoc. 19:12), lo cual indica su infinita majestad. Hay otra corona, la cual es la corona del vencedor (gr. “stefanos”), y esta es la corona mencionada por Santiago, la cual se entregaba a un guerrero que regresaba de una campaña exitosa, o al ganador en una competición determinada (cf. 1 Cor. 9:24-27). Esta corona también se usaba con fines ornamentales, como adorno. En este último sentido, Pablo habló de los hermanos como su “corona” (cf. Fil. 4:1; 1 Tes. 2:19).
 
La vida eterna es nuestra corona. Es lo que el Señor ha prometido a los que le aman. Esta corona indica la victoria sobre el mundo, con sus tentaciones y pruebas. Es una gloriosa corona (1 Ped. 5:4) de justicia (2 Tim. 4:8). Nuestro éxito, por supuesto, aunque involucra obediencia persistente, es posible por la fuerza que el Señor nos da (cf. Ef. 3:16; Fil. 2:13; 4:13; Col. 1:11).
 
Santiago nos recuerda que miremos más allá de nuestras circunstancias inmediatas, que nos enfoquemos en la meta. El apóstol Pablo decía lo mismo, “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Rom. 8:18), “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Cor. 4:17), “prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:14).