Es común oír que alguien se ofendió, que está ofendido. La Real Academia
Española dice que ofender es “Humillar o herir el amor propio o la dignidad de
alguien, o ponerlo en evidencia con palabras o con hechos”. Por lo tanto, en
buen castellano, ofender es herir sentimientos. La Biblia cuando habla de ofender, se refiere a algo mucho más grave que
disgustar a una persona. Cuando Dios habla de “ofensa” u “ofender” hace
referencia a hacer tropezar, hacer que peque, o pecar en sí (cf. Mat. 6:14; 18:35;
Rom. 14:21; Sant. 2:10; 3:2). La gravedad del pecado es asunto sin discusión
para los temerosos de Dios (cf. 1 Jn. 3:4; 5:17; Rom. 3:23; 6:23). Comentando sobre la palabra griega “skandalon”, el señor Vine dice “era
originalmente el nombre de la parte de una trampa en la que se pone el cebo; de
ahí, el mismo lazo o trampa”. Este era el tropezadero, el gatillo de la trampa,
y con el cual se atrapaba. Nuevamente, hay diferencia con el concepto de “escándalo”
en castellano. Los cristianos no deben ser ofensivos, en el sentido de poner tropiezo, ni a
los del mundo, ni entre sí (cf. 1 Cor. 10:32). Por supuesto, el simple hecho de
ser un cristiano resulta irritante para algunos, así como también les resulta
irritante que prediquemos el evangelio. No podemos hacer mucho al respecto. Sin
embargo, debemos ser cuidadosos con nuestra conducta para evitar alguna
conducta cuestionable, la cual podría alentar a otros a hacer lo malo (cf. 2
Cor. 6:3).