Tres mandamientos que nos hacen pensar

 


Por Josué I. Hernández
 
 
Éxodo 20 registra el momento en que Dios entregó los diez mandamientos a la nación de Israel del Antiguo Testamento. Los capítulos posteriores a Éxodo 20 contienen una variedad de ordenanzas que abordan situaciones específicas. En esencia, estas fueron aplicaciones divinamente dirigidas basadas en los diez mandamientos. Considere los primeros tres versículos de Éxodo 23. 
 
“No admitirás falso rumor. No te concertarás con el impío para ser testigo falso” (Ex. 23:1). El noveno mandamiento prohibía hablar falso testimonio contra el prójimo (Ex. 20:16). Esta ordenanza advierte de quedar atrapado en el complot de otro. Considere lo siguiente. Ya sea que “falso rumor” describa el objetivo de un hombre o sus medios sin escrúpulos para lograrlo, o ambos, el punto es que no seamos necios para apoyar semejante maldad. Por lo tanto, no tome como verdadera una acusación sin evidencia, sin importar dónde la escuchó y por muy tentadora que sea la información (cf. 2 Cor. 13:1). Asegúrese siempre de que lo que usted habla sea verdad (cf. Ef. 4:25,29).
 
“No seguirás a los muchos para hacer mal, ni responderás en litigio inclinándote a los más para hacer agravios” (Ex. 23:2). Es fácil seguir a la multitud. La mayoría tiene fuerza, mucha fuerza. Si usted sigue a la mayoría no tiene que pensar por sí mismo, no tiene que ser valiente, ni tiene que defenderse. El gran problema con la mayoría es el camino errado que ha elegido (cf. Luc. 13:23,24). En su aplicación inmediata, este versículo insiste en que sopesemos objetivamente los hechos en un caso judicial en lugar de aceptar el presunto veredicto de la mayoría. Ese principio es capaz de una aplicación mucho más amplia. No decida lo correcto y lo incorrecto, ya sea en pensamiento, habla, apariencia, comportamiento, relaciones, prioridades, etc., basándose únicamente en los estándares sociales. Los modelos sociales a menudo son “malos”, llegando a elogiar lo que Dios condena. Tampoco tome su “teología” de las nociones populares. La palabra de Dios es verdad (Jn. 8:31,32; 17:17), independientemente de lo que digan los hombres, incluso los hombres prominentes, “sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Rom. 3:4).
 
“ni al pobre distinguirás en su causa” (Ex. 23:3). ¿Es esta una sorpresa? Esperaríamos que la ordenanza advierta contra favorecer a los ricos. El hecho es, sin embargo, que la imparcialidad que Dios demanda va en ambos sentidos. Los ricos no siempre tienen razón, pero tampoco siempre están equivocados. Es muy posible que, por prejuicio contra ellos, o por favoritismo hacia los que tienen menos, uno se ponga del lado del pobre quien en realidad no tenga derecho justo. El mero hecho de que alguno sea pobre no le da derecho a lo que tienen los demás.
 
Entendemos que no estamos bajo la Ley de Moisés. El Señor Jesucristo, sin embargo, ciertamente requiere honestidad de su iglesia, la misma honestidad que requirió de Israel bajo el Antiguo Pacto. “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron” (Rom. 15:4).
 
Estas aplicaciones nos llaman a detenernos y pensar con cuidado. Pensar por nosotros mismos, en lugar de aceptar ciegamente todo lo que escuchamos.