Para descubrir la manera en que algún cristiano se hará miembro de una
iglesia local debemos ir a la Biblia, y reconocer lo que Dios ha determinado al
respecto. El caso del eunuco etíope bien ilustra que un recién converso no es
inmediatamente miembro de una iglesia local (Hech. 8:39). Luego, el caso de
Saulo procurando adherirse a los santos de Jerusalén, bien ilustra la necesidad
que todo cristiano tiene de hacerse miembro de una iglesia de Cristo (Hech.
9:26). Saulo había obedecido al evangelio (Hech. 9:6; 22:16), por lo tanto, era un
discípulo de Cristo, uno que había sido añadido a la iglesia universal (Hech.
2:47). Sin embargo, no sería miembro de la iglesia de Cristo en Jerusalén hasta
ser aceptado para el trabajo conjunto en aquel cuerpo local (cf. 1 Cor. 12:27). En primer lugar, para que un cristiano se vuelva miembro de una iglesia del
Señor debe manifestar su deseo de unirse, juntarse, es decir, pegarse, al
cuerpo local; exponiendo de esta forma, su deseo de ser reconocido como parte
del cuerpo local, “Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los
discípulos” (Hech. 9:26). En segundo lugar, el cristiano tendría que se aceptado por la iglesia local,
para ser miembro en dicha iglesia. En otras palabras, no basta el deseo de ser
miembro, el cuerpo local debe recibir formalmente al discípulo como un miembro. La
iglesia en Jerusalén, en un principio, no estaba dispuesta a recibir a Saulo,
porque no creían que en realidad fuese un cristiano. Simplemente, no tenían
mayor evidencia en este caso difícil, “Cuando llegó a Jerusalén, trataba de
juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese
discípulo” (Hech. 9:26). La intervención de Bernabé bien ilustra la necesidad que tiene una iglesia
de Cristo para obrar con información, y así recibir a determinado discípulo
como miembro (Hech. 9:27). Los santos de Jerusalén no se equivocaron al negarse
a recibir a Saulo, las iglesias del Señor no pueden recibir a cualquiera,
extendiendo la comunión sin la información necesaria (cf. Ef. 5:11; 2 Jn.
10,11). A veces se requiere la ayuda de fieles como Bernabé, para que una iglesia
reciba a un hermano desconocido, o poco conocido. En determinadas circunstancias,
una carta de recomendación será de utilidad (2 Cor. 3:2; cf. Rom. 16:1,2). En
fin, un desconocido no puede ser recibido como miembro hasta que la iglesia
esté segura de su fidelidad como “discípulo” de Cristo (Hech. 9:26; cf.
Mat. 28:19,20). La membresía en una iglesia de Cristo es la acción de trabajo con los demás
integrantes del cuerpo local (1 Cor. 12:27). Todos estos integrantes son “columna
y baluarte de la verdad” (1 Tim. 3:15). Cada miembro está comprometido con una
obra conjunta, y trabaja con los demás para llevarla a cabo.