Cómo hacerse miembro de una iglesia local

 


Por Josué I. Hernández

 
Para descubrir la manera en que algún cristiano se hará miembro de una iglesia local debemos ir a la Biblia, y reconocer lo que Dios ha determinado al respecto. El caso del eunuco etíope bien ilustra que un recién converso no es inmediatamente miembro de una iglesia local (Hech. 8:39). Luego, el caso de Saulo procurando adherirse a los santos de Jerusalén, bien ilustra la necesidad que todo cristiano tiene de hacerse miembro de una iglesia de Cristo (Hech. 9:26).
 
Saulo había obedecido al evangelio (Hech. 9:6; 22:16), por lo tanto, era un discípulo de Cristo, uno que había sido añadido a la iglesia universal (Hech. 2:47). Sin embargo, no sería miembro de la iglesia de Cristo en Jerusalén hasta ser aceptado para el trabajo conjunto en aquel cuerpo local (cf. 1 Cor. 12:27).
 
En primer lugar, para que un cristiano se vuelva miembro de una iglesia del Señor debe manifestar su deseo de unirse, juntarse, es decir, pegarse, al cuerpo local; exponiendo de esta forma, su deseo de ser reconocido como parte del cuerpo local, “Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos” (Hech. 9:26).
 
En segundo lugar, el cristiano tendría que se aceptado por la iglesia local, para ser miembro en dicha iglesia. En otras palabras, no basta el deseo de ser miembro, el cuerpo local debe recibir formalmente al discípulo como un miembro. La iglesia en Jerusalén, en un principio, no estaba dispuesta a recibir a Saulo, porque no creían que en realidad fuese un cristiano. Simplemente, no tenían mayor evidencia en este caso difícil, “Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo” (Hech. 9:26).
 
La intervención de Bernabé bien ilustra la necesidad que tiene una iglesia de Cristo para obrar con información, y así recibir a determinado discípulo como miembro (Hech. 9:27). Los santos de Jerusalén no se equivocaron al negarse a recibir a Saulo, las iglesias del Señor no pueden recibir a cualquiera, extendiendo la comunión sin la información necesaria (cf. Ef. 5:11; 2 Jn. 10,11).
 
A veces se requiere la ayuda de fieles como Bernabé, para que una iglesia reciba a un hermano desconocido, o poco conocido. En determinadas circunstancias, una carta de recomendación será de utilidad (2 Cor. 3:2; cf. Rom. 16:1,2). En fin, un desconocido no puede ser recibido como miembro hasta que la iglesia esté segura de su fidelidad como “discípulo” de Cristo (Hech. 9:26; cf. Mat. 28:19,20).
 
La membresía en una iglesia de Cristo es la acción de trabajo con los demás integrantes del cuerpo local (1 Cor. 12:27). Todos estos integrantes son “columna y baluarte de la verdad” (1 Tim. 3:15). Cada miembro está comprometido con una obra conjunta, y trabaja con los demás para llevarla a cabo.