El concepto, o idea, de “membresía
en una iglesia local” es de la doctrina de Cristo, aunque la frase
misma no aparece en algún lugar del Nuevo Testamento. Dicho de otra manera, la
membresía en una iglesia de Cristo no es un asunto de inclinación, capricho o
preferencia, sino que es un concepto bíblico. Por ejemplo, el apóstol Pablo
indicó a los corintios que ellos eran miembros de un cuerpo local donde cada
cual tenía un área de trabajo específica (cf. 1 Cor. 12:27). Por lo tanto, la idea de
“membresía” la obtenemos de la ilustración de los diferentes “miembros” que
componen un “cuerpo”, indicándose así a un determinado conjunto, o colectivo,
compuesto de varias unidades, donde cada unidad, es decir, cada “miembro”,
trabaja en beneficio del conjunto. En el Nuevo Testamento el
sustantivo “iglesia” se usa en dos sentidos, en el sentido local y en el sentido universal. Todos los cristianos son miembros de la iglesia universal, habiendo
sido “bautizados en un cuerpo” (1 Cor. 12:13) siendo añadidos a esta
iglesia por Dios mismo (Hech. 2:47). Luego, cada cristiano ha de ser miembro de
una iglesia local. Por ejemplo, Saulo llegó a Jerusalén y trataba de adherirse,
o juntarse, con los miembros de la iglesia local (Hech. 9:26), y por fin lo
logró con la ayuda de Bernabé (Hech. 9:27,28). La membresía en la iglesia local
es mucho más que congregarse. Recuérdese que las reuniones de la iglesia son
públicas y todos pueden asistir (1 Cor. 14:23,24). Luego, hemos de observar que
la membresía en la iglesia local es más que figurar en una lista. Una
determinada lista podría incluir a quienes no son miembros, pues no funcionan
como tales. Por lo tanto, y volviendo a la idea radical de la palabra “cuerpo”,
entendemos que la membresía es el cumplimiento de cierta función y propósito en
el cuerpo, “el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos… Dios ha colocado
los miembros cada uno de ellos en el cuerpo… si todos fueran un solo miembro,
¿dónde estaría el cuerpo?... son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno
solo” (1 Cor. 12:14,18,19,20). La función de cada miembro es
distintiva, y particularmente esencial, en el funcionamiento del cuerpo local
(cf. 1 Cor. 12:27-30). Por lo tanto, toda acción hecha por los miembros
es importante, ninguna carecerá de sentido, “Si dijere el pie: Porque no soy
mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la
oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si
todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde
estaría el olfato?” (1 Cor. 12:15-17). La “obra del ministerio”
(Ef. 4:12), es decir, “la actividad propia de cada miembro” (Ef. 4:16) funciona
en, y desde, una iglesia local. Por ejemplo, Dorcas ministraba (“servía”) desde
su función como miembro en Jope (Hech. 9:36-40), así como la obra de Epafrodito
beneficiaba a Pablo en Roma, siendo Epafrodito miembro en Filipos (Fil. 2:25;
4:18). Pablo, un hombre inspirado, dijo
que la acción de cada miembro es imprescindible, “Ni el ojo puede decir a la
mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de
vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son
los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos,
a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se
tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no
tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que
le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los
miembros todos se preocupen los unos por los otros” (1 Cor. 12:21-25). En resumen, la membresía de un cristiano en una
iglesia del Señor es la acción individual de aquel cristiano conforme a la función y propósito del cuerpo local.
Cada miembro tiene su área de responsabilidad, y cada cual activa conforme al
patrón de trabajo que el Señor ha determinado.