Por Josué I. Hernández
“Pero en una casa
grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y
de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que,
si alguno se limpia de estas cosas, será
instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto
para toda buena obra” (2 Tim. 2:20,21).
No tenemos tazas y platos de oro
en nuestra casa. Sin embargo, es posible que tengamos algo de vajilla que nos
resulta hermosa, y que no usamos por lo mucho que la apreciamos. En la
actualidad, la mayoría de la vajilla no es de gran valor, el plástico y el
vidrio, e incluso, los platos y vasos desechables son los preferidos. Es más, no
poca de la oferta de “comida rápida” se consume usando las manos.
A pesar de lo anterior, el punto
del inspirado apóstol de Cristo permanece. La casa más humilde tiene una
variedad de recipientes y utensilios. Algunos están en el patio, otros
reservados en los estantes de la cocina. Podemos entender que un determinado
instrumento será para ocasiones especiales, y otros para ocasiones tan comunes
que el instrumento mismo carece de mayor aprecio.
Hay un punto importante que
observar. No debemos estirar la ilustración del apóstol Pablo para que cada
detalle que se nos ocurra lo apliquemos a las personas. Un plato, o una taza,
no puede cambiar su naturaleza, y, además, carece de consciencia y de libre
albedrío. Por el contrario, una persona puede cambiar su mentalidad, y, por
consiguiente, su carácter, puede volverse a Dios, abandonar el pecado y servir
a Dios con limpia conciencia.
Pablo dijo, “si alguno se
limpia de estas cosas”. Toda persona responsable debe limpiarse del pecado
en la sangre de Cristo (cf. Apoc. 7:14; 1:5) en el lavamiento de la regeneración
(Tito 3:5), una referencia al bautismo (Hech. 22:16). No obstante, Pablo tiene
en mente una aplicación más inmediata. Él acaba de señalar la mala influencia
de falsos maestros cuyas opiniones conducen a la impiedad (2 Tim. 2:16-19).
Debemos limpiarnos de tal cosa (cf. 1 Cor. 5:7). Por esta razón Pablo dijo a
Timoteo “Huye también de las pasiones juveniles” (2 Tim. 2:22). Un joven
predicador fácilmente podría verse tentado por el orgullo, la presunción, el
dogmatismo, y la contención.
Pablo usó la palabra “útil” para
describir a Marcos (2 Tim. 4:11) y a Onésimo (Flm. 1:11). Para ser útiles “al
Señor” debemos mantenernos como siervos (“esclavos”). El siervo aceptará
cualquier encargo que el Señor le imponga, y querrá complacer a su Señor, “dispuesto
para toda buena obra”. Aunque esto se aplica a todos nosotros, Pablo lo
aplica a la obra que Timoteo debía realizar como “siervo del Señor” (2
Tim. 2:24-26).
Dios ha redimido con propósito: “purificar
para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:14). Por lo tanto,
los instrumentos para honra están listos, ansiosos, dispuestos, para ser usados
por el Señor. Estos instrumentos están buscando oportunidades para servir.
¿Soy un
instrumento limpio, dispuesto, y útil?