Por Josué I. Hernández
¿Qué efecto está produciendo mi
ausencia cuando la iglesia se reúne?
Que el nombre de Dios no sea glorificado
por mi falta de orden.
Que mi espíritu desfallezca ante las tentaciones
del maligno.
Que los miembros débiles, y los
amigos visitantes, se desalienten y consideren el bienestar espiritual como un
asunto de segunda importancia.
Que se debilite el esfuerzo de los hermanos
que sí se congregan fielmente.
Que se propague la tentación de no congregarse.
Que otros dejen de congregarse siguiendo
mi mal ejemplo.
Que la iglesia sufra las
consecuencias, frustrando su obra.
“No dejando de congregarnos, como
algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que
aquel día se acerca” (Heb. 10:25).
“…toda la iglesia se reúne en un solo
lugar…” (1 Cor. 14:23).