El aborto provocado es el
procedimiento mediante el cual se pone fin deliberadamente a la vida de un niño
en el útero de su madre. En otras palabras, cuando se realiza un aborto, se asesina
a un bebé que está por nacer. La preocupación de los cristianos
es menospreciada por los defensores del aborto, quienes los acusan de argumentar
en base a la religión. Pero, clasificar la preocupación de los cristianos como
una cuestión meramente religiosa, solo porque los cristianos creen que la
Biblia es la palabra de Dios, es una falacia. Este es el argumento ad hominem,
según el cual se asume como falsa la argumentación por quien es el emisor de
esta. Dios ha legislado su mundo con
justicia (Deut. 32:4), sabiduría (Rom. 11:33; 16:27) y bondad (Sal. 100:5). Proteger
la vida del bebé que está por nacer es un asunto justo y bueno. La Biblia dice, “no matarás” (Rom. 13:9), lo cual
coincide con todo criterio basado en la justicia y la bondad. Por lo tanto, no
es un asunto meramente religioso el respetar la vida del prójimo, sino una
medida justa y buena para todos. Desechar los argumentos de quienes defienden la vida
humana, dentro o fuera del útero, solo por sus antecedentes religiosos, es una
falacia. Las cosas malas siguen siendo malas, seamos religiosos o no.