La Biblia condena el aborto provocado



Por Josué I. Hernández

 
“Entre los antiguos persas era una costumbre común enterrar vivos a los niños. En la mayoría de los estados griegos, el infanticidio no solo estaba permitido, sino que la ley lo hacía cumplir. El legislador espartano ordenó expresamente que todo niño que naciera fuera examinado por los ancianos de la tribu y que, si se encontraba débil o deforme, fuera arrojado a una profunda caverna al pie del monte Taigeto. Aristóteles, en su obra sobre el gobierno, ordena la exposición de los niños que son naturalmente débiles y deformes, para evitar un exceso de población. Pero entre todas las naciones de la antigüedad, los romanos fueron los más implacables en su trato con los niños. Rómulo obligó a los ciudadanos a criar a todos sus hijos varones, y a la mayor de las hembras, prueba de que los demás iban a ser destruidos. El padre romano tenía un derecho absoluto sobre la vida de su hijo, y tenemos abundantes pruebas de que ese derecho se ejercía con frecuencia” (Albert Barnes).
 
El papiro egipcio Ebers, uno de los más antiguos tratados médicos y de farmacopea conocidos, que fue redactado cerca del año 1500 antes de Cristo, detalla la preparación de fármacos para inducir un aborto. En fin, podríamos hacer una larga lista incluyendo a los fenicios, cartagineses, chinos, hindúes, mayas, incas, etc., para llegar a la conclusión pavorosa de la falta de “afecto natural” en la historia de la humanidad.
 
Cuando el apóstol Pablo acusó al mundo gentil de carecer de “afecto natural”, no profería un juicio emocional sin fundamento (Rom. 1:31). Eran personas sin “amor de parentesco” (Vine), con un total menosprecio de los vínculos naturales y de las obligaciones que les corresponden.
 
El mundo antiguo consideraba que la vida humana (en el vientre o fuera de él) tenía poco valor aparte del estatus económico y social de la persona, y fue dentro de este contexto cultural en el cual el Espíritu Santo reveló el valor universal de la vida humana, un principio que ha influido en la ley de la cultura occidental durante siglos.
 
Después del diluvio, Dios declaró, “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre” (Gen. 9:6). Dijo Dios también, “No matarás” (Ex. 20:13; Deut. 5:17).
 
Las parteras, Sifra y Fúa, desafiaron la orden de Faraón, la cual las obligaba a matar a los recién nacidos de sexo masculino (Ex. 1:15-21). Este registro es un reconocimiento de la vida de los bebés no nacidos. Piénselo. Uno no puede matar (Ex. 1:16) lo que antes no estaba vivo (Ex. 1:17). Sifra y Fúa se negaron a matar a bebés porque temían a Dios (Ex. 1:17), lo cual es una demostración de la conciencia de responsabilidad ante Dios por el tratamiento de la vida humana. Esta alta valoración de la vida de un bebé que está por nacer, o que ha nacido, ha sentado las bases para los conceptos legales que tipifican como un delito el asesinato.
 
Desde un punto de vista bíblico, la concepción no es un mero proceso biológico. David entendió que Dios lo había formado en el vientre de su madre (Sal. 139:13-16). Dios dijo a Jeremías, “Antes que te formase en el vientre te conocí” (Jer. 1:5). Por lo tanto, Dios está involucrado en cada concepción humana, y para Dios no hay diferencia entre vida en el vientre y vida fuera del vientre. Para Dios el bebé no nacido es una persona de igual valor que un bebé que ya ha nacido. Job reconoció que al ser concebido era un “varón” (Job 3:3). En el Nuevo Testamento se usa la misma palabra griega para indicar un niño en el útero o como para un niño fuera de él (Luc. 1:31,36,41; 2:12).
 
Bajo la ley mosaica, el parto prematuro ocasionado por golpear a una mujer encinta, y que resultase en la muerte de la madre o la del niño, o ambos, exigía la pena de muerte, “Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces. Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” (Ex. 21:22-25).
 
En resumen, aunque la Biblia no señala específicamente que el aborto provocado es un homicidio, en otras palabras, no encontramos en la Biblia un versículo que condene expresamente el aborto, por ejemplo, en una clínica. Sin embargo, la revelación de Dios en su palabra, la Biblia, exalta el valor de la vida humana e indica que esta vida ha de ser protegida. Lo cual nos hace concluir que el asesinato de un bebé por nacer es algo abominable a los ojos de Dios, y debe ser algo abominable para nosotros también.