Los cristianos y el aborto provocado



Por Josué I. Hernández

 
Nos asombramos al observar el apoyo al aborto provocado por parte de quienes dicen ser “cristianos”. Afirman, por ejemplo, que 
la mujer tiene derecho sobre su propio cuerpo, o que una mujer violada tiene el derecho a abortar. Después de todo debemos ser misericordiosos con las mujeres, nos dicen. Por supuesto, esta clase de razonamiento no toma en cuenta que el bebé en el vientre de su madre es una persona diferente a su madre, que una mujer abusada no corregirá la violación sufrida matando a un inocente, y que la misericordia debe involucrar al bebé que está por nacer. Pero, no nos dejemos engañar con la argucia detrás de esta clase de razonamiento. Quienes usan tales casos extremos pretenden manipular las emociones para justificar toda clase de aborto. Los embarazos por violación constituyen un porcentaje que ronda el 1%, si no es que menos.
 
Los verdaderos “cristianos” siempre han defendido la vida del que está por nacer. Considere algunos ejemplos:
  • Un texto cristiano conocido como Didaché (80 – 180 D.C.), afirma: “no matarás al hijo en el seno de su madre, ni quitarás la vida al recién nacido...”. 
  • La epístola de Diogneto (80 – 160 D.C.), enseña que los cristianos “se casan, como todos. Engendran hijos, pero no destruyen su descendencia”. 
  • La epístola de Bernabé (80 – 130 D.C.), declara, “No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni, una vez nacido, le quitarás la vida”. 
  • Atenágoras, escribiendo al emperador Marco Aurelio (170 D.C.), declaró, “Decimos a las mujeres que utilizan medicamentos para provocar un aborto que están cometiendo un asesinato, y que tendrán que dar cuentas a Dios por el aborto”. 
  • Tertuliano (210 D.C.), escribió, “Para nosotros, ya que hemos prohibido el asesinato de una vez por todas, ni siquiera podemos destruir el feto en el útero”.
 
El testimonio extrabíblico de los primeros cristianos es elocuente al demostrar como su entendimiento bíblico los impulsaba a condenar el aborto. A diferencia de ellos, quienes apoyan el aborto o alaban el trabajo de sus defensores, no solo racionalizan la maldad oponiéndose a Dios, también rechazan el esfuerzo de siglos en contra del asesinato de bebés.