Ya que todo está bajo el control de Dios (cf. Luc. 10:17; Sal. 110:1; Mat. 28:18), uno
se pregunta, ¿por qué les fue permitido a los demonios semejante libertad?
¿Cuál es la razón de la posesión demoníaca? Todo parece indicar que Dios, en sus santos y divinos propósitos, permitió
la posesión demoníaca para que la suprema autoridad de Jesucristo
pudiera manifestarse al echarlos fuera. Es decir, así como la divinidad del
Santo Hijo de Dios se demostró sobre la naturaleza (Mar. 4:37-39), la
enfermedad (Mat. 8:16), la materia (Jn. 2:9), e incluso, la muerte (Jn. 11:43,44),
también fue demostrada en la expulsión de los demonios. El testimonio bíblico
indica claramente que los demonios fueron expulsados por la autoridad divina de
Jesucristo (“en el nombre de Jesucristo”, cf. Mat. 10:1; Luc. 10:17; Hech. 16:18). El poder de Cristo por sobre Satanás fue ejercido dramáticamente para
establecer su reino mesiánico (cf. Mar. 1:15; 9:1; Col. 1:13), consumando de
esta manera el propósito eterno de Dios, “para que la multiforme sabiduría
de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y
potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que
hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10,11; cf. Ef. 4:7-10; Fil.
2:6-11). Entonces, Satanás cayó del cielo (Luc. 10:17,18; cf. Apoc. 12:7-12). Así como el Divino Salvador del
mundo exhibió su maravilloso poder en todos los ámbitos descritos en el Nuevo Testamento,
también demostró su divina autoridad en la esfera de los espíritus. Cristo dijo, “Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios,
ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros” (Luc. 11:20). Los
testigos del poder de Jesucristo decían, “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina
es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?”
(Mar. 1:27).