La seducción al pecado, es decir,
la incitación al mal, lo cual es mejor conocido como “tentación”, es el mayor
desafío de la vida. Todos los días debemos vencer la tentación para mantenernos
en la libertad que nuestro Señor Jesucristo hizo posible. “Tentado no cedas,
ceder es pecar…” cantamos. Un hermoso canto, por cierto. El apóstol Pablo dijo, “No os
ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no
os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Cor.
10:13). Primeramente, “No os ha
sobrevenido ninguna tentación que no sea humana”. Es fácil pensar que la tentación
es sobrehumana, y que sería imposible vencerla. Muchos dicen que “pecar es
humano”. Los adolescentes podrían estar seguros de que papá y mamá “no
entienden”. ¿Con cuánta frecuencia alguno dice “no sabes por lo que estoy
pasando”? Es sumamente peligroso el
contemplar los desafíos personales como únicos, pensando que lo que sucede a
nosotros no tiene precedentes. Fácilmente podríamos decir, “solo yo he
quedado” (1 Rey. 19:14). La suposición de que no hay ayuda disponible, y
que las soluciones bíblicas no funcionarán, no es más que desesperación por
falta de fe. Pablo tuvo que recordar a los corintios que ellos enfrentaban las
mismas tentaciones que se presentaron a Israel 1500 años antes (1 Cor. 10:1-12).
En fin, las circunstancias pueden cambiar, pero las tácticas de Satanás no. Necesitamos aprender cómo los
personajes bíblicos enfrentaron la tentación. Hay consuelo en saber que otros
han estado en el mismo lugar donde nosotros estamos parados. Jesús fue tentado
en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado (Heb. 4:15). En segundo lugar, “pero
fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir”.Dios no tienta (Sant. 1:13-16), pero permite que Satanás lo haga. Lo que
Dios hace es mantener el control sobre la situación, un hecho ilustrado
acertadamente en la historia de Job. ¿Recuerda lo que sucedió a Job (cf. Job
1-2; Sant. 5:11)? Nuevamente, debemos vencer la idea de que el desafío es
imposible de superar. Si la tentación no es mayor que mi capacidad, el pecado es
mi decisión. Simplemente, no tenía que pecar, porque podría haber resistido la
tentación. En tercer lugar, “Dios… dará
también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.
Habrá una vía de escape, esto debemos tenerlo siempre presente. Pero, ¿cuál es
la vía de escape, o salida? Primero, la prevención. Como alguien dijo, “una
onza de prevención vale más que una libra de cura”. Sencillamente, manténgase
lejos de circunstancias en las cuales las apelaciones de Satanás serán más
fuertes. La asociación que elijamos es crucial (cf. Prov. 13:20; 1 Cor. 15:33).
Segundo, atesorar las sagradas Escrituras en el corazón, para citarlas y
practicarlas en el momento adecuado (cf. Sal. 119:11; Mat. 4:4,7,10; Sant. 1:25).
Tercero, la oración (cf. Mat. 26:41; 4:6,7). Como dijo W. Partain, “Si no
oramos y velamos, hay peligro de entrar sin darnos cuenta en tentaciones que
nos pueden destruir”. Cuarto, huir como lo hizo José (cf. Gen. 39:12). En fin,
Dios provee la vía de escape, pero depende de nosotros el usarla. Nuestro texto fue escrito a
cristianos que tenían demasiada confianza en su fuerza espiritual, pero que
estaban sucumbiendo a la tentación por descuidarse, entre otras cosas, por el
egoísmo. No cometamos su error. Seamos cautelosos, equilibrados con la
confianza imprescindible en la ayuda y el cuidado del Señor.