Tres hechos sobre la tentación



Por Josué I. Hernández

 
La seducción al pecado, es decir, la incitación al mal, lo cual es mejor conocido como “tentación”, es el mayor desafío de la vida. Todos los días debemos vencer la tentación para mantenernos en la libertad que nuestro Señor Jesucristo hizo posible. “Tentado no cedas, ceder es pecar…” cantamos. Un hermoso canto, por cierto.
 
El apóstol Pablo dijo, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Cor. 10:13).
 
Primeramente, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana”. Es fácil pensar que la tentación es sobrehumana, y que sería imposible vencerla. Muchos dicen que “pecar es humano”. Los adolescentes podrían estar seguros de que papá y mamá “no entienden”. ¿Con cuánta frecuencia alguno dice “no sabes por lo que estoy pasando”?
 
Es sumamente peligroso el contemplar los desafíos personales como únicos, pensando que lo que sucede a nosotros no tiene precedentes. Fácilmente podríamos decir, “solo yo he quedado” (1 Rey. 19:14). La suposición de que no hay ayuda disponible, y que las soluciones bíblicas no funcionarán, no es más que desesperación por falta de fe. Pablo tuvo que recordar a los corintios que ellos enfrentaban las mismas tentaciones que se presentaron a Israel 1500 años antes (1 Cor. 10:1-12). En fin, las circunstancias pueden cambiar, pero las tácticas de Satanás no.
 
Necesitamos aprender cómo los personajes bíblicos enfrentaron la tentación. Hay consuelo en saber que otros han estado en el mismo lugar donde nosotros estamos parados. Jesús fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado (Heb. 4:15).
 
En segundo lugar, “pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir”. Dios no tienta (Sant. 1:13-16), pero permite que Satanás lo haga. Lo que Dios hace es mantener el control sobre la situación, un hecho ilustrado acertadamente en la historia de Job. ¿Recuerda lo que sucedió a Job (cf. Job 1-2; Sant. 5:11)? Nuevamente, debemos vencer la idea de que el desafío es imposible de superar. Si la tentación no es mayor que mi capacidad, el pecado es mi decisión. Simplemente, no tenía que pecar, porque podría haber resistido la tentación.
 
En tercer lugar, “Dios… dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. Habrá una vía de escape, esto debemos tenerlo siempre presente. Pero, ¿cuál es la vía de escape, o salida? Primero, la prevención. Como alguien dijo, “una onza de prevención vale más que una libra de cura”. Sencillamente, manténgase lejos de circunstancias en las cuales las apelaciones de Satanás serán más fuertes. La asociación que elijamos es crucial (cf. Prov. 13:20; 1 Cor. 15:33). Segundo, atesorar las sagradas Escrituras en el corazón, para citarlas y practicarlas en el momento adecuado (cf. Sal. 119:11; Mat. 4:4,7,10; Sant. 1:25). Tercero, la oración (cf. Mat. 26:41; 4:6,7). Como dijo W. Partain, “Si no oramos y velamos, hay peligro de entrar sin darnos cuenta en tentaciones que nos pueden destruir”. Cuarto, huir como lo hizo José (cf. Gen. 39:12). En fin, Dios provee la vía de escape, pero depende de nosotros el usarla.
 
Nuestro texto fue escrito a cristianos que tenían demasiada confianza en su fuerza espiritual, pero que estaban sucumbiendo a la tentación por descuidarse, entre otras cosas, por el egoísmo. No cometamos su error. Seamos cautelosos, equilibrados con la confianza imprescindible en la ayuda y el cuidado del Señor.