¿Enseñó Salomón la doctrina del sueño del alma?


 
Por Josué I. Hernández

 
Algunos afirman que Salomón afirmó que los muertos no están conscientes, que sus almas duermen, que nada saben porque están en total inconsciencia. El texto que suelen citar es el siguiente:
 
“Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra? Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?” (Ecles. 3:19-22).
 
Los que afirman el sueño del alma, usando este pasaje, dicen:
  • Los muertos no tienen conocimiento.
  • Los muertos no tienen memoria ni sentimientos.
  • El hombre y la bestia tienen un mismo aliento y van a un mismo lugar, es decir, vuelven al polvo de la tierra.
  • Un hombre muerto no puede ser traído para ver lo que sucederá después de él.
 
El lector cuidadoso verá que no hay evidencia en este pasaje para concluir con siquiera una afirmación positiva a favor de la doctrina del sueño del alma. Simplemente, las cuatro afirmaciones no provienen de un análisis justo del pasaje en su contexto.
 
¿Los muertos no tienen conocimiento?
 
No hay absolutamente nada en este contexto que afirme o implique que “los muertos están desprovistos de conocimiento” en un sentido absoluto. Más adelante, Salomón, el autor de Eclesiastés, afirma, “los muertos nada saben” (Ecles. 9:5). Sin embargo, la frase está calificada por el contexto inmediato que muestra que el escritor tiene en mente a los eventos que suceden “debajo del sol” (Ecles. 1:3; 9:3,6). La Biblia enseña que cuando sucede la muerte física, la persona ya no es un observador de los eventos que ocurren en la tierra.
 
Salomón agregó, “ni tienen más paga” (Ecles. 9:5). Debemos preguntarnos, ¿está negando Salomón que habrá alguna paga después de la muerte (Rom. 2:6; 6:23)? Por supuesto que no, tal punto de vista se opondría a la enseñanza abundante y clara al respecto. Nuevamente, el significado de estas afirmaciones es que los que mueren físicamente no tienen más recompensa en relación con los logros que hayan alcanzado en esta vida, ni tienen conocimiento de que continúe sucediendo debajo del sol.
 
¿Los muertos no tienen memoria ni sentimientos?
 
La afirmación de que “los muertos no tienen memoria ni sentimientos”, tampoco encuentra apoyo en el libro Eclesiastés, ni en ningún otro libro de la Biblia. El lector cuidadoso puede ver por sí mismo que Salomón no dijo, ni implicó, tal cosa.
 
Es verdad que los seres humanos mueren físicamente, y por regla general, son olvidados pronto. Cuando Salomón dijo, “los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido” (Ecles. 9:5), él enseñaba que el recuerdo que tengamos de los finados se desvanece pronto. Aunque las afirmaciones de Salomón nos parecen sombrías, sobre todo en ausencia de la perfecta revelación de Jesucristo, no podríamos afirmar con justicia que Salomón enseñó el materialismo.
 
¿El hombre y la bestia tienen un mismo aliento y van a un mismo lugar, es decir, vuelven al polvo de la tierra?
 
Salomón indicó el evento al cual el hombre y la bestia acuden, este evento es la cita ineludible, la muerte física. Los animales y el ser humano expiran. Todos están expuestos a las consecuencias físicas de la introducción del pecado en el ambiente de la tierra (1 Cor. 15:22; Rom. 8:20-24).
 
Por supuesto, el ser humano es imagen y semejanza de Dios (Gen. 1:26,27), y a diferencia de los animales, el ser humano tiene espíritu (cf. Zac. 12:1; Sant. 2:26). Salomón dijo, “¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?” (Ecles. 3:21); y luego agregó, “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Ecles. 12:7).
 
El Salmo 49:12 afirma, “Mas el hombre no permanecerá en honra; es semejante a las bestias que perecen”. Luego, solo tres versículos más adelante, el mismo Salmo dice, “Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará consigo” (Sal. 49:15; cf. Sal. 73:22,24).
 
Entender al ser humano como uno igual a las bestias no era el punto de Salomón, ni debe ser el nuestro. Salomón no era materialista.
 
¿Un hombre muerto no puede ser traído para ver lo que sucederá después de él?
 
Los muertos no pueden ser traídos de regreso “bajo el sol” para que continúen observando lo que sucede en la tierra, participando de las actividades que dejaron. Sin embargo, esto no significa que las almas duermen en inconsciencia. Que los muertos no sepan nada de lo que sucede “debajo del sol” no significa que no sepan nada en absoluto (cf. Luc. 12:20; 16:19-31; Apoc. 6:9,10).
 
Conclusión
 
Cuando alguno está decidido a creer “el dogma del alma dormida” a partir de los pasajes del Antiguo Testamento, cometerá dos errores comunes.
 
En primer lugar, pone la carreta delante del caballo, porque interpreta el Nuevo Testamento a la luz del Antiguo Testamento, sin reconocer que la revelación fue progresando hasta la claridad y luz del evangelio del Dios eterno (Rom. 16:25,26). Hablando de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, el apóstol Pablo dijo, “el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Tim. 1:10). Si bien la esperanza de la inmortalidad con Dios no está ausente en el Antiguo Testamento, estaba envuelta en misterio (cf. Job 14:7-14; 19:23-27).
 
En segundo lugar, arranca un pasaje determinado de su contexto y le imponen una aplicación que el autor original no pretendía. Como los sabios han dicho, “Un texto fuera de su contexto no es más que un pretexto”.
 
La Biblia no enseña el dogma del alma dormida, es más, la Biblia enseña que los muertos están conscientes.